Por Angélica Jocelyn Soto Espinosa
Esta foto en blanco y negro lleva por nombre “Manifestación de obreras con pancartas”. Pertenece a la Colección del Archivo Casasola. Se estima que fue tomada entre 1912 y 1913, en la Ciudad de México. En la imagen se observa medio centenar de mujeres vestidas con faldas largas y rebozos. Las mujeres sostienen dos pancartas que dicen “Todas pedimos trabajo”.
No hay más datos sobre el contexto de esta imagen. El historiador John Mraz asegura que, al no tener identificadores confiables, la fotografía podría ser incluso de 1917. “Sospecho que cuando los hombres salieron a pelear en la Revolución, las mujeres fueron incorporadas en las fábricas. Pero, en la medida en que los hombres volvieron de la lucha, tuvieron que regresar las mujeres a sus trabajos domésticos. Me imagino que a ellas les gustó trabajar fuera de casa y ganar un salario; y cuando se les quitó eso, se manifestaron”, señaló en su artículo ¿Fotohistoria o historia gráfica? El pasado mexicano en fotografía.
No obstante, la historiografía y el periodismo feminista tienen registro de la participación de las mujeres en las luchas obreras al menos desde 1857, cuando se realizó la primera gran huelga textil en Guadalajara, protagonizada y sostenida por mujeres que exigían aumento salarial, disminución de la jornada de trabajo, la protección de la maternidad y la protección de la infancia trabajadora, de acuerdo con la periodista Adelina Zendejas en su libro La mujer en la Intervención francesa y Las luchas de las mujeres de 1821 a 1975.
En los años en los que se sospecha que fue tomada la imagen (1912-1913), la Ciudad de México vivía una serie de protestas sociales o marchas por la reivindicación de los derechos laborales que se gestó en la Revolución y que estuvo protagonizada por las trabajadoras textiles.
Para 1910, las mujeres representaban 35 por ciento de la fuerza de trabajo remunerada en la Ciudad de México, muy por encima del promedio nacional del 12 por ciento. La mayoría de los trabajos de las mujeres se encontraban en los hogares, pero también en las industrias de alimentos, del vestido y del cigarro, entre las más importantes, de acuerdo con la historiadora Anna Ribera Carbó, en su artículo Mujeres sindicalistas: las trabajadoras de la Casa del Obrero Mundial (1912- 1916). Una aproximación a las fuentes para su estudio.
El año de 1912 fue decisivo para la lucha obrera, ya que tras la huelga de Río Blanco en 1907 (protagonizada por las obreras textiles en Veracruz) y el fin del gobierno porfirista, México inició un proceso de negociación entre los representantes de la industria, el gobierno representado en el Departamento del Trabajo, y las y los trabajadores.
Estas negociaciones ocurrieron mediante Convenciones y, principalmente, huelgas y marchas en las que las y los trabajadores no sólo se posicionaron en contra de las exigencias patronales, sino que plantearon sus propias normas para continuar en el empleo.
Muchas de estas marchas obreras fueron organizadas por la Casa del Obrero Mundial, una organización anarcosindicalista que dio cabida a la organización de las mujeres que se gestó por la mejora de sus condiciones de vida.
Por ejemplo, una de las fundadoras de la Casa del Obrero Mundial fue María del Carmen Frías, quien era obrera textil de la fábrica de Hilados y Bonetería La Abeja S.A de Puente de Sierra D.F. y fundadora de la primera organización revolucionaria femenina contra la dictadura porfiriana en 1907, de acuerdo con Ana María Hernández en su libro “La mujer mexicana en la industria textil”.
Además, las mujeres en las fábricas participaron en las protestas contra la autoridad laboral. En marzo de 1912, las trabajadoras de la textilera “La Corona” fueron a la huelga “en contra del maltrato”. En agosto, las obreras de la fábrica “El hércules”, en Querétaro, exigieron la sustitución de un supervisor, llamado Octavio Regalado, a quien acusaron de “ser un abusivo que invierte la mayor parte del día paseándose por el departamento donde trabajamos, maltratandonos y diciéndonos cosas que nosotras como mujeres no podemos repetir”[sic], de acuerdo con lo documentado en el libro México y el mundo del trabajo: ensayos sobre trabajadores, líderes y gángsters.
Como parte de estas protestas, las mujeres consiguieron, entre otros logros, que en el artículo 123 de la Constitución mexicana promulgada en 1917 se les reconociera, entre otros derechos, la prohibición de las labores insalubres o peligrosas para las mujeres en general; y que las mujeres durante los tres meses anteriores al parto, no desempeñarán trabajos físicos que exijan esfuerzo material considerable. En el mes siguiente al parto disfrutarán forzosamente de descanso, debiendo percibir su salario íntegro y conservar su empleo y los derechos que hubieren adquirido por su contrato. En el periodo de la lactancia tendrán dos descansos extraordinarios por día, de media hora cada uno, para amamantar a sus hijas e hijos. Con el paso de los años, la lucha de las obreras consiguió nuevas reformas a la Constitución a fin de que las condiciones específicas para ellas no fueran limitativas.