Ciudad de México, 23 mar 19.- Además del tráfico de drogas, combustible y personas, el crimen organizado en México y el mundo creció sus ramas delincuenciales hacia otro lucrativo negocio que está acabando con el sustento y la vida de las mujeres: la tala ilegal de árboles.
Los talamontes van generalmente detrás de la madera, un recurso de alto valor para diversas industrias; sin embargo, la deforestación de grandes reservas naturales también facilita el trabajo para las empresas de la industria ganadera (que usan el espacio para el pastoreo) y para los monocultivos de aceite de palma, un recurso utilizado principalmente por la industria cosmética y de alimentos procesados.
De acuerdo con la documentación de diversos casos, las y los habitantes de las zonas devastadas se enfrentan a un sistema en el que participan desde grupos de talamonte vinculados a cárteles del crimen organizado, hasta empresarios que compran estos recursos y autoridades gubernamentales que les permiten actuar. Todo esto, a costa de acabar con la sustentabilidad de miles de mujeres.
Más del 60 por ciento del territorio mexicano está compuesto por zonas forestales; sin embargo, se estima que 70 por ciento de la madera que se consume en el país es de origen ilegal, según datos de la Universidad Autónoma de México.
El pueblo de Cherán, en la meseta purépecha de Michoacán, es una de las zonas más afectadas en México por la tala ilegal de madera por parte del crimen organizado.
De 2006 a 2012, fueron deforestadas 9 mil 69 hectáreas, lo que equivale a 71 por ciento de la superficie vegetal que había en 2006. La mayor parte de la deforestación se produjo en sólo un año y muchas de estas zonas taladas también fueron quemadas (lo que hace la tierra infértil), de acuerdo con la investigación Proceso de deforestación en el municipio de Cherán, Michoacán, México (2006-2012).
En 2011, luego del asesinato y desaparición de sus esposos, las mujeres del pueblo impulsaron una autodefensa y un autogobierno para frenar la violencia y evitar la tala clandestina, orquestada principalmente por el crimen organizado que opera en la región.
Su trabajo consistió en hablar directamente con los delincuentes, armar rondas de vigilancia, participar en una policía comunitaria y organizarse sin la intromisión del gobierno municipal, estatal ni federal. Permanecen hoy en la defensa de sus bienes naturales.
Pero ellas no son las únicas en México. En la sierra Tarahumara, Chihuahua, decenas de mujeres también participan en preservar sus bosque, la mayoría que en riesgo de desaparecer por la tala desmesurada por su gran diversidad de maderas.
Por ejemplo, en 2018 hicieron un plantón de un mes dentro del bosque San Elías Repechique. Además, enfrentan una batalla legal que ya llegó a la Suprema Corte de Justicia de la Nación y que ya dejó al menos cuatro personas asesinadas.
Y en todo el mundo, cientos de mujeres cuidan los bienes naturales. Otro ejemplo: en noviembre de 2018, un grupo de 30 mujeres de Indonesia afectadas por las plantaciones de aceite de palma de la empresa OLAM International, enviaron una carta a la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) para alertar sobre los impactos que sufren y exigirle que deje de apoyar a esa industria.
“Para nosotras, las mujeres nacidas en los bosques, éste es un lugar esencial para las actividades rurales y de la caza artesanal, no solo para el sustento de la seguridad alimentaria y nutricional, sino también para la venta de los excedentes.
“También es un conservatorio de ritos sagrados. El bosque es la cuna del conocimiento tradicional de las pesquerías para las comunidades. La recolección de alimentos, plantas medicinales y la recolección de leña se practican allí”, explicaron las mujeres en su carta.
Salvaguardar los bosques es una labor de alto riesgo. El 16 de enero de 2018, Guadalupe Campanur Tapia, líder purépecha y fundadora de las Rondas Comunitarias al bosque de Cherán, fue asesinada en un paraje cerca de su pueblo. Desde que iniciaron la defensa, las mujeres recibieron varias amenazas de muerte.
Una de cada 10 activistas asesinados en 2017 en todo el mundo fueron mujeres; y México ocupó el cuarto lugar de asesinatos en contra de personas defensoras de los derechos medioambientales, según un reporte de la organización Global Witness, que denuncia el aprovechamiento de los bienes naturales por parte de grupos de poder.
Más de la mitad de estos asesinatos ocurrieron en solo tres países: Brasil (23%), Colombia (18%) y Filipinas (14%), y la mayor parte fueron causados por agroindustrias, minería, tala ilegal y mafias organizadas de caza furtiva. Alrededor del 10 por ciento de las víctimas fueron mujeres, la mayoría indígenas, de acuerdo con el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo.
Las activistas enfrentan la violencia sexual como una amenaza específica en su condición de mujeres. Por ejemplo, en 2017, el presidente de Filipinas, Rodrigo Duterte ordenó a sus soldados que disparen a las guerrilleras (también habitantes y protectoras de los bosques) “en la vagina”, según Global Witness.
Y es que hay un abismo entre las condiciones en las que una mujer y un hombre defienden la tierra, el territorio y los bienes naturales. Por ejemplo, desde el inicio de la repartición de las tierras se excluyó a las mujeres de la propiedad y de las negociaciones comunitarias sobre el futuro de sus territorios y recursos naturales. Además, cuando dedican tiempo al activismo, a veces son criticadas por descuidar a sus hijos y los deberes domésticos.
Y, por otro lado, la triple jornada que significa el trabajo del hogar, el comunitario y el activismo, significa una gran carga física y emocional para ellas. Según Global Witness,“Las defensoras a menudo tienen que librar una batalla en dos frentes: la lucha pública por proteger los recursos naturales y la lucha oculta para defender su derecho a expresarse dentro de sus propias organizaciones y familias”.
El modo de vida campesina depende de alrededor de 80 mil especies forestales. Al menos 2 mil 700 millones de personas cocinan con leña recolectada en los bosques, según el informe ¿Quién nos alimentará?.
De éstas, más de mil millones acuden a 513 millones de hectáreas de “áreas protegidas” oficiales para su seguridad alimentaria y su sustento. En total, 80% de los pueblos del Sur global cuida los bosques para obtener de ellos madera, combustible, alimentos, medicinas, vestido y herramientas, según el informe.
Pero hay algo más: las mujeres en comunidades forestales obtienen la mitad de sus ingresos de los bosques, mientras que los hombres obtienen sólo una tercera parte; y el ingreso proveniente de las actividades forestales es una quinta parte del total de los ingresos de las familias que viven dentro o cerca de los bosques.
A esto se suma el vínculo ceremonial y ancestral de las mujeres con los bosques y las plantas.
Los pueblos indígenas de Guatemala, Bolivia y Brasil son entre seis y 22 veces más eficaces en la salvaguarda de sus “áreas protegidas” que sus propios gobiernos.
Cada contexto es distinto, pero en general, además de participar en actividades políticas: como hacer plantones, organizar policías comunitarias, asistir a asambleas y denunciar a los delincuentes; las mujeres participan en la reforestación de los bosques.
Aunque se acusa a las y los campesinos de ser los responsables de la deforestación, la mayor parte es atribuible a grandes empresas privadas que venden sus cosechas de palma aceitera a procesadoras trasnacionales de alimentos aún más grandes.
En el caso de América Latina, 71% de la pérdida de bosques se debe al aumento de la ganadería industrial, de la que también se benefician principalmente las empresas de carnes, que sólo alimenta a 30% de la población mundial.
Con el aceite de palma se enriquece, según una investigación de Greenpeace, a empresas como Colgate-Palmolive, General Mills, Hershey, Kellogg’s, Kraft Heinz, L’Oreal, Mars, Mondelez, Nestlé, PepsiCo, ReckittBenckiser y Unilever.
La batalla por la preservación de los bosques aún es larga. Se estima que entre 1990 y 2010, la tasa de pérdida de bosques y selvas tropicales en todo el mundo se aceleró en 62%; hasta ahora se ha deforestado lo equivalente al tamaño de la India***