Hace unas semanas se dio a conocer la iniciativa de la Asociación Civil Ímpetu para realizar una Escuela Feminista de Verano para Niñas de 12 y 13 años. Por más de cinco años, esta asociación se ha encargado de brindar, en la modalidad presencial y en línea, una gran variedad de cursos y talleres con contenidos que van desde Crear y Emprender tu Propio Proyecto hasta Introducción al Feminismo. Asimismo, capacitan a servidoras/es públicas/os, a activistas de la sociedad civil y docentes en temas de género, derechos humanos, feminismos, juventudes y diversidad sexual, co-organizan Escuelas de Derechos para Mujeres Jóvenes en la capital del país y Xalapa y se encargan de la gestión de otras actividades culturales, artísticas y educativas, además de generar empleo a una gran cantidad de jóvenes alrededor del continente a quienes les abren las puertas para brindar talleres o cursos.
Entre las actividades programadas que se realizarán en la Escuela Feminista de Verano para Niñas se encuentran Teatro, Dibujo, Danza, Rap, Batucada, Escultura, Street Art, Huerto Urbano y Autodefensa feminista. Todas impartidas por mujeres jóvenes con conocimiento en dichas áreas y estudios en Comunicación, Literatura, Historia, Agronomía y Psicología, entre otras.
Lo curioso, y con lo que quiero abrir la discusión de este artículo, es que a raíz de dicha iniciativa surgió un grupo de personas en redes sociales cuyo objetivo ha sido difamar a la asociación, hacer una campaña para que “no inscriban a sus hijas en un lugar donde se promueve el hembrismo” y denunciar a las organizadoras por diversos medios. Más allá de las ya conocidas y evidentes manipulaciones de ciertas páginas administradas por hombres misóginos, es preocupante que el eco de desinformación, prejuicios y patriarcado encarnado se difunda sin el más mínimo análisis o crítica.
Los análisis podrían comenzar haciendo memoria, no mía (nada más), sino que les propongo a las lectoras de estas líneas que recuerden momentos de su infancia, en la casa, en la calle, en la escuela, en el parque, en donde estuvieran desde que recuerden y hasta los 12 ó 13 años. ¿Cómo eran las relaciones con las demás personas, con sus “pares”? Piensen en los momentos en los que cada una, desde los lugares geográficos, con los privilegios y opresiones que las atravesaron, vivieron a esas edades.
Ahora les pregunto algo concreto: ¿vivieron violencia en esas épocas?
Esta pregunta la he realizado a diferentes mujeres con las que he podido conversar en los últimos meses, al principio las repuestas son negativas o, a secas, dicen que no o consideran que algo pudo ser violencia, pero que a esa edad son normales dichos comportamientos. Hablamos un poco más, yo no induzco respuestas, sólo quiero saber cómo es posible que hayan vivido libres de violencia en un mundo como éste o cómo vivieron sus procesos para llegar a decir que “eso no era violencia”. Quizá pasan unos minutos, puede que pasen semanas o meses para que alguna de esas mujeres me escriba o me platique en un nuevo encuentro que ha recapitulado varios pasajes de su vida, de su infancia, que después de algunos ejercicios de análisis retrospectivo pues sí, lo que vivieron es violento. Platicamos de ejemplos concretos, hay nombres, acciones, lugares. Yo también les comparto mis experiencias, hay encuentros, sorpresa, conmoción. Hacemos un lugar para revivirnos y nombrar aquello que nos fue llenando de tantas violencias hasta el punto tal de no verlas, creerlas normales o naturales, negarlas o no recordarlas. Es un encuentro con nosotras mismas leyéndonos desde un lugar nuevo y necesario.
Pienso en ella. Los maestros le decían que no podía hacer esto o lo otro porque era niña. Pienso en ella. Su papá era un alcohólico que la mandaba a trabajar en sexto de primaria para llevarle dinero a él.
Pienso en ella. Su hermano agarraba todas sus cosas sin pedirle permiso. Las vendía, las cambiaba o las rompía. Él decía que como ella era más chica, no importaba.
Pienso en ella. Íbamos en 5to de primaria, un niño le mandaba cartas “de amor” en donde la insultaba y ella lloraba todo el recreo.
Pienso en ella. Un niño de un grado mayor le dijo “prostituta” porque ella quería con él. Ella no sabía qué significaba dicha palabra.
Pienso en ella. Su primo se burló de su cuerpo diciéndole gorda y se lo volvía a decir “a modo de chiste” cada que la veía.
Pienso en ella. Dos niños la agredieron físicamente y ella no se defendió ni dijo nada porque la amenazaron, íbamos en 6to de primaria.
Pienso en ella. Unos niños jugaban a violarla. La noticia apareció en los periódicos.
Pienso en ella. Dos hombres la violaron y la mataron. Era una niña que estudiaba en la primaria.
Pienso en todas ellas, que fuimos nosotras, que fueron amigas, compañeras, familiares, que son ahora sobrinas, hermanas, hijas, vecinas, niñas que viven dentro de un sistema patriarcal en el que la manifestación de violencia va desde aquellos insultos “infantiles” hasta una violación cada cinco minutos y entre 7 y 14 feminicidios diarios.
¿Por qué es necesaria una escuela feminista para niñas?
Porque es urgente crear espacios libres de violencia. Espacios donde las niñas puedan compartir, hablar, proponer, aprender y enseñar sin que les digan que no pueden porque son niñas, sin que las ofendan porque su cuerpo no es como se espera que sea, sin que se dude de su palabra porque estamos en un mundo no sólo misógino, sino adultocéntrico, sin que se limite su voz y creatividad. Se necesitan espacios para que las niñas dejen de crecer con miedo, para que sepan identificar las violencias, nombrarlas, denunciarlas y defenderse. Para evitar que se conviertan en una cifra más en los censos de violencia feminicida. Para que sepan que sus vidas son valiosas, que pueden vivirlas y disfrutarlas, para que sepan que pueden crear redes con otras niñas y darse apoyo, aprender, compartir y reír sin competencia ni temor.
Ímpetu, con La Escuela Feminista de Verano para Niñas intenta crear un espacio así, en donde el despliegue de violencia patriarcal no tenga lugar, donde las niñas sepan que hay lugares seguros para ellas, donde se compartan conocimientos con respeto y, sobre todo, con el compromiso ético de saber que todas estamos atravesadas por un sistema que nos está matando desde que nacemos y que necesitamos urgentemente herramientas, acciones y espacios para hacer que las vidas de las niñas sean vivibles.
Hola. Soy de Tijuana. Me interesaría generar un proyecto de este tipo en esta ciudad; su retraolimentación vendría muy bien.
¿Cómo me contacto con ustedes?
Saludos 🙂