Por: Daniel Santillán, Itzel Díaz y Laura Zaccheo
En un contexto como el actual, heredero de un sinfín de opresiones, basado en lógicas capitalistas, sostenido por la heterosexualidad obligatoria y sofisticándose todo el tiempo, es difícil encontrar espacios exentos de violencias, sobre todo porque éstas se hacen carne en el cuerpo y se manifiestan de múltiples formas bajo la organización normativa del régimen patriarcal. Estas violencias a las que nos referimos son las violencias propias del régimen, las correctas, las aceptadas, esas que son defendidas cuando se habla de guerra pero criticadas cuando de autodefensa feminista se trata, esas que son las de la opresión y no las de la resistencia, las legítimas, transgresoras y necesarias.
Es por esta dificultad (aunque no sólo por eso) que encontramos en los feminismos críticos de la heterosexualidad, espacios de sospecha de «la realidad», de análisis de las violencias diarias, de crítica interseccional desde los lugares en los que nos situamos, de deconstrucción de nuestras existencias y devenires. A veces parece que procedemos como si estos lugares fueran ajenos al mundo patriarcal, pero es importante decir claramente que en estos espacios también hay un sinnúmero de situaciones en las que se reproducen las violencias patriarcales y que, contrario a lo que aprehendemos y construimos en los feminismos críticos de la heterosexualidad, nos cuesta detectar, si se detectan las minimizamos, no las señalamos, no hay un ejercicio de análisis y finalmente no se denuncian.
¿Por qué? ¿Por qué si desde los discursos que vamos tejiendo podemos detectar, señalar, analizar y denunciar las violencias machistas del mundo, no podemos hacer lo mismo en los espacios en los que nos movemos? Abrimos estas reflexiones y preguntas como parte de la denuncia pública que presentamos a continuación en torno a lo ocurrido el fin de semana pasado (17 y 18 de abril de 2015) en el que quienes aquí escribimos (Daniel, Itzel y Laura) y el personaje conocido virtualmente como Frieda Frida tuvimos un día de campo y posteriormente una pijamada en Texcoco (en donde radica una de las personas involucradas).
La denuncia
Esta denuncia la comenzamos a redactar el día 19 de abril cuando recapitulamos lo sucedido, lo escribimos todo y lo analizamos juntes en el mismo espacio durante el 19, 20 y 21, después cada quien escribió sus propios análisis desde sus espacios para finalmente llegar a generar todo el texto.
Relato cronológico desde la lectura e interpretación de Daniel .
Conocí a Frieda en persona un día antes del Primer Festival de Artes Feministas de la Ciudad de México porque nos invitó como Colectiva GenderFoqueers al programa de radio Altersexual, al cual únicamente asistí yo (Daniel) porque Itzel había salido de la ciudad por esas fechas. Durante dicho festival hablamos poco y yo estaba emocionado porque tenía frente a mí a alguien que admiraba ya que nuestras opiniones coincidían en muchos ejes y no pude evitar decirle algo como: “wow eres real, estás aquí en 3D” y por la euforia del evento me nació darle un abrazo. Nada más.
Luego se atravesó Semana Santa y me preguntó si estaría en Texcoco durante las vacaciones para venir, fijó día y yo le dije que estaba bien y que además invitáramos a Itzel porque ese viaje ya lo había planeado con ella desde hacía más tiempo.
Antes de la visita a Texcoco, Frieda me invitó a Coyoacán pues le conté que yo me vería con un amigo para los trámites de mi nueva acta. Salimos, conversamos de muchas cosas y quedamos de vernos hasta la fecha acordada.
El viernes 17 de abril alrededor de medio día encontré en la terminar a Itzel, Laura y Frieda. Laura quería unos cigarros así que fuimos a buscarlos. De camino, Frieda comentó que había decidido usar una falda para “aterrorizar a este pinche pueblo”.
El calor era agobiante y Frieda haciéndolo notar agregó que yo “debí haber ido por los cigarros”. Posteriormente volvimos a la terminal donde tomamos un camión que nos llevaría al pueblo donde se encuentran los manantiales. El viaje del centro hacia el lugar ocurrió de forma tranquila. Me senté junto a Frieda y la charla fluyó muy casual. Llegamos al destino y de ahí tuvimos que caminar una distancia un poco larga, que además se complicó porque no recordaba bien dónde era la entrada más accesible al sitio.
En el camino hacia el río Frieda llegó a hacer comentarios como “me engañaste como los otros trans” (por el hecho de no recordar cuál camino era más corto) y eso me iban poniendo nervioso porque me sentía vigilado por una figura pública cuyas opiniones siempre se centran hasta en el más mínimo detalle y no quería quedar en su lista de “otro trans binario idiota”.
Las cosas en el río iban bien y luego vino otro incidente: me senté en un charco de agua y ella se burló con palabras como “qué tonto, mira ya se mojó”, no le di importancia, minimicé el hecho de que me molesta mucho que insulten a alguien aunque sea en tono de broma.
Nos sentamos en la misma piedra donde estaba el charco y ella comenzó a abrazarme pero al hacerlo me hizo cosquillas y no me gusta, entonces me quité pero volvió a hacerlo y además se lo dijo a Itzel en tono acusatorio, diciendo que yo le huía. Esto me hizo pensar que aunque me sentía incómodo si decía que no, me iban a considerar como un grosero, así que traté de relajarme y disfrutar del lugar y el momento. Continuamos caminando por el río y me tomaba de la mano, aguanté. Comenzó a llover, tuvimos que buscar refugio y luego volver al centro para tomar transporte a mi casa. Siguió lo de agarrar mi mano, quería que Itzel también le agarrara la mano y caminar por las calles así (entre tres). Ella dijo que se había besado una vez con dos chavas en la calle al mismo tiempo y que la gente se sacó de onda por la “acción tan radical” y yo pensé que tomarnos de la mano era transgresor y que si no lo hacía en ese momento iba a ir a parar al costal de lo binario.
Llegando a casa fuimos a la tienda por comida y en el camino vi un ave que se había caído del nido, estaba viva y Frieda la levantó y desde ahí me nombró “padre del ave” y me hizo cuidarla, darle de comer, buscarle un nido de trapos diciendo que se trataba de «nuevas paternidades». Me gustan mucho los animales, lo que no me gustó en ese momento fue que me ordenara de esa manera que me pareció grosera y autoritaria.
Justamente ese viernes iban a transmitir el programa que grabé para Altersexual pero cuando nos acordamos ya era tarde, aún así me hizo ir a buscar el radio, otra vez ordenándome y luego culpándome de que no le recordé la hora.
Cuando una persona me da órdenes y levanta la voz me siento intimidado, de alguna forma caigo en el juego de opresor y oprimido y soy incapaz de enfrentarme o rebelarme ante la autoridad. Así que no decía nada, obedecía y ya. No recuerdo en qué momento me preguntó si me incomodaba el acercamiento, pero de nuevo para no parecer grosero, transfóbico o cualquier otro adjetivo que pudiera encasillar mi negativa dije que no me molestaba pero que no era mucho de tener contacto físico con la gente.
Esa noche Laura e Itzel ya se habían sentado en la cama y nosotres habíamos tendido edredones con cobijas y se dio por entendido en dónde dormiría cada quién. Busqué una cobija diferente a la suya para dormir cada quien en un lado pero insistió en taparnos con la misma, apagamos las luces, entonces ella, agarrándome de los brazos, me hizo abrazarla, se recostó sobre mí, me acariciaba y tocaba, platicamos, me preguntó si me gustaba alguien y le dije que no, conversábamos pero yo extrañaba de más mi espacio personal, sentía que me asfixiaba y que me invadían.
Frida nos había contado historias sobre malas experiencias con hombres trans, lo cual me puso en una situación complicada pues me preocupaba que ella opinara lo mismo de mí, (llegó a decir que yo me estaba portando así porque ella no era una “chica cis”, aunque eso lo supe horas más tarde), me culpaba a mí mismo porque no me sentía lo suficientemente deconstruído como para estar cómodo con todo ese comportamiento “súper radical y transgresor”.
Por la tarde nos habló de una página de Facebook de uno de aquellos hombres trans con quienes salió, Itzel la miró un rato y Frida fue después, se quedó viéndola durante un tiempo más, no sé cuánto, pero cuando platicamos antes de dormir dijo que estaba triste y que era nuestra culpa por hacerla ver videos de él. Al final dormí casi al otro extremo del tendido.
El sábado por la mañana Frieda le preguntó a Itzel a qué hora se regresarían al DF, pero ya habíamos acordado Itzel y yo, desde días antes, que ella y Laura se quedarían todo el fin de semana en la casa, así que le dijeron que no se irían y Frieda dijo “¡ay!, ¿por qué no me invitaste a quedarme? ¿me puedo quedar también?” yo le dije que como quisiera, que por mí no había problema y me dijo en voz baja: “¿en serio sí? Si te molesta me voy, sólo dime.” Le volví a decir que como ella quisiera. Decidió quedarse.
Después de desayunar salimos con mi hermana a comprar algunas cosas y en la calle insistía en tocarme, quería que la besara, sobre todo cuando veía que otres se besaban, me decía frases como: “¿ves? Así se hace, no es difícil, puedes intentarlo” y me acusó de “sangrón” cada vez que huía a su contacto.
Por miedo a que me siguiera llamando así traté de hablarle en buena onda, explicándole que me pone nervioso el contacto físico. Pero esto no fue suficiente, pues cuando notaba un trato amable de mi parte lo aprovechaba para continuar con lo que hasta ese momento nombré internamente como acoso, que en ese momento ya era muy fuerte por la invasión de mi espacio corporal, me estaba desesperando mucho, quería que me dejara en paz pero no sabía cómo decirle sin que se ofendiera, me regañara o violentara de alguna otra forma como ya lo había hecho. No veía manera de escapar de la situación.
Al volver a casa, en el transporte público unos sujetos estaban hablando ofensivamente de las mujeres, los homosexuales y “el tercer sexo”. Yo sentí que Frieda se aprovechó de la situación y propuso besarnos entre todes; entre el coraje de lo que iba escuchando y la presión, pero más que nada en nombre de parecer muy transgresor (otra vez) accedí a besarla; fue un beso rápido, un pico como le dicen, y pese a que dejé claro que lo había hecho para crear una situación de shock con los tipos esos, ella lo hizo dos veces más, una casi enseguida del primer beso y otra unas horas después.
Esa noche ya estaba un poco desesperado y ya no respondía a su insistencia. Buscaba excusas para no tener que acercarme a donde estuviera, me sentía acorralado.
La tarde-noche del sábado estuvimos viendo una película y Frieda intentó abrazarme pero ahí yo ya estaba un poco fastidiado porque me había ordenado que cerrara la ventana y cuando se me pasó un poco la mano y se cerró casi toda me gritó «¡ay, pero no toda, tonto!». Luego ya insistía en que fuéramos a traer un pay que hicimos unas horas antes Laura, Itzel y yo cuando ella se había quedado dormida en la cama. Le dije que esperara a que pausáramos el filme para ir. Al final se trabó el DVD y bajamos por el postre. Ahí Itzel me mostró que Frieda había puesto en Facebook: “qué ganas de salir corriendo” y yo le dije a Itzel que tal vez no le había gustado la película y subimos los platos. Al querer darle el suyo, sin mirarme, dijo que ya no quería porque tardé mucho en subirlo, que era «una señora grande» y que podía hacerle daño, que además ya se había lavado los dientes y yo le dije que no había problema si se los lavaba otra vez, accedió y se lo comió. Cuando terminó dijo que nos había quedado rico y al regresarme el plato me besó; sólo me quedé quieto, inmóvil.
Ya pasaban de la una de la mañana, nos disponíamos a dormir pero antes Laura y yo salimos al balcón a fumar, estaba alargando la hora de irme a acostar para no tener que pasar de nuevo lo mismo de la noche anterior. Estuvimos un largo rato afuera y cuando entramos Frieda ya se había dormido, me acosté y dormí.
El domingo por la mañana desayuné con mi hermana, Frieda se había metido a bañar y bajó un rato después y me dijo que ya se iba. Le pregunté que si no quería comer algo antes y dijo que no. La acompañé a tomar el autobús, no hablamos en todo el camino, se veía muy enojada y caminaba adelante de mí. Cuando llegó el transporte, caminó directo al camión como si no quisiera despedirse, le tendí la mano y nos despedimos de beso en la mejilla sin que ningunx pareciera querer. Se fue muy molesta y horas después despotricó en redes sociales diciendo que los hombres son una mierda y los hombres trans unos idiotas, señalando que tenía el corazón destrozado y que no había estado a gusto en el lugar en el que estuvo (con nosotres).
El martes en la mañana me escribió aceptando su comportamiento acosador pero justificándose en que estaba emocionalmente mal y culpándome de que no hubiera tenido algún tipo de atención como abrazarla o preguntarle si estaba bien. No le contesté, para ese día ya había caído en cuenta y ya era capaz de nombrar la violencia que había vivido y no quise contestar a las disculpas y justificaciones que al final volvían a atacarme y a decir que no quise contacto físico por “hacerme el fuerte” además de que la culpa la tenía yo por «no saber decir que no». Sumado a eso señaló que caímos en un cuadro binario al ser yo el “hombre racional” y ella la “mujer emocional”, encuadrando esos comportamientos como propios de cierta categoría, pero sobre todo usándolos como reclamo a no querer ceder a lo que ella quería y yo no.
Han pasado varios días desde lo sucedido que me han servido para analizar desde varios puntos:
¿Por qué callé?
Desde mi temprana educación se me enseñó a obedecer para ser bueno, (en tanto mi cuerpa leída como mujer). Siempre me ha costado mucho trabajo el decir «no» claramente. Justo de eso se me acusa, de no haber sido claro o tajante a la hora de decir que no, cuando todas las señales que daba eran de incomodidad: la víctima tuvo la culpa por no decir claro y fuerte que no quería. Reproducción de violencia patriarcal.
En segundo lugar, desde que mi cuerpa empezó a ser leída como “hombre” se me han otorgado privilegios (que no pedí, ni acepto, los señalo y cuestiono) y me ha causado conflicto el hablar desde esa lectura corporal, como si cada cosa que fuera a decir se minimizara porque fugué de la categoría mujer, todo desde una lógica binaria, porque la gente ni me conoce ni sabe las deconstrucciones que hago sobre dichas categorías. Yo mismo sentí que hacer un drama mayor de esto no tendría el peso de una denuncia como si hubiera sido de un hombre hacia una mujer.
Tercero, confundí lo transgresor con la transgresión a mi cuerpa y espacio. Me decía a mí mismo que lo que estaba haciendo era un paso más hacia mi deconstrucción, pero en ese camino mi sentir no avanzaba conmigo, era una incomodidad que me asfixiaba y no tenía nada que ver con una zona de confort, así como tampoco tiene que ver que tocarse en público o colectivamente deconstruya la heterosexualidad, el patriarcado o el amor romántico, per se.
No quiero contar esta experiencia para que se diga que “los hombres también sufrimos”, porque es una situación personal, es decir ya no me acosan cada que salgo a la calle, lo hago como alguien que vivió acoso dentro de un círculo feminista que pugna por evidenciar este tipo de abusos para que sigan siendo espacios seguros. Además debo ser muy puntual y señalar que no me identifico con la categoría hombre en tanto que opresora sociocultural e histórica y la deconstrucción que hago en mi cuerpa es hacía las categorizaciones impuestas violentamente de las existencias y también al diagnóstico médico binarista.
Me ha quedado claro, ya no volveré a hacer nada con lo que no me sienta a gusto en nombre de la radicalidad o la transgresión. Y otra cosa muy importante: hablarlo, porque estábamos tres personas ahí viviendo agresiones en un espacio supuestamente seguro y por miedo y por creer que a les otres les caía bien el personaje que habíamos leído en redes sociales, no hablamos. Pese a que somos más unides no hubo confianza ni comunicación. En su momento también fue algo que me dolió pero gracias a esto los lazos se fortalecieron y acordamos siempre hablar de lo que sentimos.
Ojalá compartiendo estas experiencias sepamos que no estamos en soledad para hablarlo y señalarlo. Por más miedo que se tenga hay que arrancarlo porque nos queremos libres y felices.
Experiencias de lo sucedido desde la lectura e interpretación de Itzel
Yo supe de Frida de manera virtual con el texto “Ser hombre es incompatible con ser feminista”, después por haberla vinculado con varias lesbofeministas de las redes sociales, además de compartir algunos tuits relacionados a la propaganda trans del DF. En persona la vi tres veces. La primera en una fiesta de cumpleaños, ahí cruzamos un par de palabras. La segunda en el 1er Festival Internacional de Artes Feministas en donde otra vez hablamos muy poco, sobre todo de incidentes relacionados a la molestia de algunas feministas por su presencia. Me invitó a mí y a Dani a Altersexual pero yo no pude ir aunque intercambiamos después varios comentarios en Facebook y otros en Twitter. Y la tercera el 17 de abril para el día de campo y pijamada en Texcoco.
De esas ocasiones, coincidí con Dani y Frida tanto en el Festival como en los días en Texcoco y de eso atestiguo basándome en mi propia experiencia e interpretación, asumiendo totalmente lo que escribo.
En el Festival sostengo de manera íntegra lo que antes escribió Dani, pues yo estaba presente en ese momento, así que presencié y escuché todo.
Sobre la salida a Texcoco tengo varias cosas que decir. Primero que fue Frida quien me invitó por mensaje de Facebook a ir, diciendo que ya había arreglado eso con Dani. Al tiempo que leía esto le pregunté a Dani si estaba enterado de todo, me dijo que sí y entonces acepté y acordamos fechas. Quedamos de vernos Laura, Frida y yo a las 10:00 am en el metro San Lázaro, línea rosa abajo del reloj. Laura y yo llegamos a las 9:45 y estuvimos hasta las 10:30. Decidimos ir a la Tapo a escribirle vía Facebook a Dani para saber si tenía información de Frida, le llamó y nos comunicó que ella decía estar esperándonos desde hace como veinte minutos, que nos veíamos mejor en la terminal. Ahí la encontramos y nos dijo a nosotras que había llegado tarde porque se despertó a las 9. En ese momento me acordé que había visto una publicación suya en Facebook que hizo a las 8 y me pareció extraño lo que le dijo a Dani y lo que nos dijo a nosotras.
Al llegar con Dani hizo el comentario de que había decidido vestirse como lo hizo para aterrorizar a ese pinche pueblo, lo que me pareció un tanto elitista y ofensivo para Dani que es originario de ahí.
Camino al río (en el transporte) yo me senté con Laura y Frida y Dani en otro asiento, una vez en el viaje Frida me dijo en un tono muy alto que Dani no le estaba haciendo caso y que yo le dijera algo. Me reí y pensé que Dani es así también conmigo, callado y pensativo, en todas las veces que hemos hablado (virtual o presencial) nunca lo he interpretado como una grosería.
Al llegar al lugar en el que estaba el río caminamos mucho y a partir de sus comentarios (como “me engañaste como los otros trans” y los reclamos por no saber llegar al lugar) me sentí agobiada porque eran muchos y muy seguidos. Yo no tenía problema con caminar.
Cuando pasó el incidente del charco y sus comentarios, me brincó la palabra «tonto» y me puse a pensar desde ahí que esas actitudes me parecían patriarcales.
De vuelta al centro de Texcoco, Frida nos tomó de la mano, a mí me incomodó un poco porque no suelo dar la mano ni que me den la mano en ningún espacio más que con personas de mucha confianza. Le di algunas vueltas a estas sensaciones pero al final le solté la mano y me alejé un poco.
Entre las pláticas rumbo a casa de Dani, Frida contó sobre malas experiencias con dos hombres trans, incluso dijo que uno de ellos tenía una página, una vez ahí, yo quise mirar la página y ella fue conmigo pero me aburrió lo que aparecía en los videos y me fui con Laura. Frieda se quedó en la computadora.
Laura y yo nos sentamos en la cama después de haber tendido cobijas en el suelo con Dani, ahí quedaron él y Frida, Laura y yo nos acostamos en la cama. Nadie dispuso en dónde dormiría nadie, nadie dio órdenes de dónde dormiría nadie ni similares.
Al despertar Frida señaló entre risas que Dani estaba hasta la orilla, que amaneció pegado a la pared como si se hubiera escondido de ella. Yo no me reía de los comentarios porque ya me parecían excesivos y groseros, como cuando se le carga carrilla a alguien.
Lo que pasó en la cocina cuando Frida decidió quedarse fue lo que ya contó Dani y lo sostengo íntegramente. Ya en el centro de Texcoco notaba a Dani incómodo con el acercamiento tan frecuente e invasivo de Frida, los comentarios que le hacía como «¿ves? así se hace, no es tan difícil» eran demasiados y se dirigía a mí como acusando a Dani de no hacer algo que de hecho se veía que no quería hacer.
El incidente de vuelta a la casa de Dani, con los hombres del transporte fue muy desagradable, yo estaba nerviosa y enojada, entonces Frida propuso besarnos entre todes, a mí no me gustó su idea así que me volteé y entre Laura y yo comenzamos a mirar a uno de los hombres, después de un rato éste se bajó y el segundo también se bajó después de que hiciéramos algunos comentarios en voz alta, también nos bajamos. En esos momentos previos pensé que besarse con alguien por sí mismo no me parece transgresor, así como no me lo parece tampoco poner, por ejemplo, a dos cuerpos follando ante una cámara y decir que porque son trans transgreden algo, no si el sexo presentado sigue operando bajo lógicas binarias, coitocéntricas y heteronormadas. Por lo tanto la sugerencia no me pareció motivada más que por el oportunismo.
Al estar mirando la película, yo acostada boca abajo y Frida entre Dani y yo, sentada, me tocó (no sé si con la mano o el pie) la pierna, y luego me acarició la espalda por debajo de la ropa, yo me giré y la miré entre sorprendida y molesta, le puse la mano en el pie para que lo dejara lejos de mi cuerpo. Al rato volvió a hacerlo y mejor me levanté y me senté más lejos. En esos momentos, después de que Dani no correspondiera los abrazos y besos, Frida estuvo con su celular un rato considerable (hasta que la película se trabó) y yo presentí que algo había puesto al respecto de lo sucedido, miré y encontré que había puesto en su Facebook:»Qué ganas de salir corriendo».
Eso fue muy molesto para mí, para mi forma de ver la situación: ella organizó la visita con Dani, dijo que también se quedaba a dormir, lo estuvo invadiendo corporalmente pese a que Dani estaba incómodo, se quedó más de lo acordado principalmente y encima hace tal comentario, como si fuéramos culpables de algo.
Al subir el pay, ella fue muy grosera con Dani y me intoleré completamente. Me acosté en la cama y me dormí mientras Laura y Dani salieron al balcón y Frida se acostaba también.
En la mañana no la vi y Dani contó lo sucedido cuando la acompañó.
Experiencias de lo sucedido desde la lectura e interpretación de Laura
Yo sólo supe de Frieda mediante Dani e Itzel. Daniel me comentó en el Festival de Artes Feministas que le gustaba lo que Frieda publicaba en redes sociales. Itzel también me mencionó uno de los artículos de Frieda, pero nada más.
La mañana del viernes sucedió exactamente lo que escribió Itzel. Yo sólo pensé que a Frieda se le había hecho tarde por alguna que otra cosa. Durante el viaje a Texcoco me senté en un asiento apartado por lo que no participé de la conversación de Itzel y Frieda.
Ya en la terminal con Daniel, le pregunté que dónde podía comprar cigarros, me dijo que en la plaza y caminamos hacia allá lxs 4. Lo primero que le escuché decir a Frieda fue algo con respecto a su falda; luego preguntar a dónde íbamos, «por cigarros para Lau» dijo Daniel. Otra vez preguntó «¡ay! ¿a dónde vamos?», Daniel le volvió a decir que por cigarros y ella dijo «¡ay, ¿por qué no vas tú?!». Esto me hizo enojar porque estábamos todxs en el lugar y no pensé que Daniel tuviera por qué ir solo. Luego de que se quejara por tener que acompañarnos, nos pidió que fuéramos con ella a pagar algo al banco. Dijo ella que quizá estaba lejos y que mejor no. Entonces Itzel y Dani sugirieron pagar en un OXXO y fuimos. Ni Dani, ni Itzel ni yo le hicimos algún comentario como los de ella (con quejas, actitudes de mando o negativas a acompañar).
En el viaje de Texcoco a Manantiales, me senté con Itzel y Dani con Frieda, cada quien iba charlando. Al llegar, comenzamos a caminar hacia el río mientras hablábamos de lugar. Dani no recordaba muy bien cómo llegar al río, así que le preguntamos a unas personas que andaban por ahí, nos dijeron y seguimos. Durante el recorrido escuché a Frieda quejarse de Daniel por no saber bien el camino y hacerla caminar; también lo insultó mediante «bromas», burlas y palabras despectivas como “tonto” o “torpe”.
Me sentía fastidiada, enojada y con ganas de irme, pero aguanté porque se trataba de una conocida de Dani e Itzel. Finalmente encontramos el lugar y nos fuimos a buscar un sitio en donde sentarnos. La mayor parte del tiempo estuve apartada de lxs tres porque no me sentía a gusto con la presencia de Frieda pero me sentía mal porque pensaba que yo era la grosera.
Durante el día vi (en varias ocasiones) lo que yo interpreto como agresiones; más insultos, más burlas, más órdenes y lo que se sumó: transgresiones físicas (agarrarlo de la mano, del brazo, abrazarlo, tocarlo). Al respecto del contacto físico, nunca ví a Daniel tomar la iniciativa o responder a las trasgresiones de Frieda. Es más, ni siquiera se le acercaba e incluso tomaba distancia.
De regreso al centro de Texcoco y yendo a casa de Daniel, tomé distancias por lo anteriormente mencionado y ya no volví a acercarme.
Cuando llegamos no pusimos de acuerdo en qué comer y fuimos a la tienda. Frieda recogió un pájaro en la calle. Al volver, ella comenzó a darle órdenes a Daniel; lo mandaba a buscar cosas y hacía comentarios (entre risa) como: «nuevas paternidades» refiriéndose a Dani.
Por la noche Frieda y Daniel se durmieron sobre unas frazadas que estaban en el suelo, en un espacio reducido. Ambxs se quedaron charlando.
A la mañana siguiente, durante el desayuno, Frieda habló casi todo el tiempo, interrumpía a Itzel, a Daniel, a su hermana o a mí cuando hablábamos, hacía comparaciones entre su manera de actuar y las demás personas, se ponía a hablar de otro tema o simplemente no nos escuchaba. En uno de todos los comentarios que hizo, yo sentía mucha tensión en general -de alguna manera pienso que nadie quería hablar incluso por miedo de contradecir, cuestionar, estar en desacuerdo por alguna de las cosas que decía o saber de antemano que no iba a escucharnos- y sólo llegué a decirle que yo no estaba de acuerdo con lo que decía. Ella me miró y ya luego nadie dijo nada. Otra vez más, no volvimos a hablar.
Le escuché preguntarle a Daniel si se podía quedar a pasar la noche, a lo que él le dijo «como quieras» de manera amable, a pesar de que se notaba un poco tenso.
Durante la tarde del sábado, Frieda y Dani estuvieron caminando y charlando un poco más. Frieda nos miraba a Itzel y a mí y cada que nos besábamos le decía a Daniel «¿ves? así se hace. Es fácil. ¿A ver? Inténtalo» Y a eso le agregaba varias cosas despectivas con respecto al trato de Daniel hacia ella, como «me tratas súper mal» o «¿por qué me tratas así?» y se le acercaba o lo tocaba mientras Daniel se alejaba. Así fueron casi todos los momentos con Dani y Frieda.
Cuando regresamos del centro, por la tarde, Frieda se quedó dormida, Itzel, Daniel y yo bajamos e hicimos un pay. Después de un rato bajó Frieda llorando y abrazó a Itzel. Nadie entendía qué pasaba, Frieda tampoco dijo nada. Llegó la noche y comenzamos a ver una película, en esos momentos Frieda estaba con el celular. En una ocasión le dijo a Dani «cierra la ventana» y él iba a cerrarla toda cuando ella le volvió a decir «¡ay, pero no toda, tonto!». Me sentí molesta por ese insulto hacia Dani, pero volví a quedarme en silencio. Nadie dijo nada.
Unos minutos después (todavía durante la película) Frieda le dijo a Dani que fuera a buscar el pay, y él le dijo que lo esperara un poco. La película se trabó por la mitad, cada quién comenzó a charlar y pasó un rato. Luego se fueron Dani e Itzel por el pay. Frieda me contó un poco acerca de sus trabajos y ya. Cuando volvieron con el pay, Dani le ofreció a Frieda, ésta le dijo «Ya me cepillé los dientes. Ya no quiero nada» y luego «Ay, ya no lo quiero. Soy una señora grande. ¿Quieres que me dé el chorro?». Por último, accedió y comió pay.
Luego de esto Daniel y yo salimos al balcón. Nos quedamos hablando durante largo rato. Cuando entramos, Itzel y Frieda estaban acostadas, yo me acosté con Itzel en la cama, Dani buscó una frazada, se apartó un lado sobre las cobijas del suelo, y se tapó.
Al día siguiente me desperté. Ni Frieda ni Dani estaban. Al poco tiempo, llegó Daniel y hablamos lxs tres.
Al estar en la habitación, hablamos sobre lo sucedido, dijimos varias cosas desde nuestras experiencias, expresamos sentires y pensares, llegamos a decir que cada unx sintió violencia, que nos tenía mal el hecho de haber callado. Horas y horas de hablar (desde el domingo hasta el martes) para concluir varias cosas de manera personal y grupal. Además de que vimos la necesidad primera de reconocer lo sucedido como una cuestión harto violenta, de acoso, que tenía que denunciarse.
Análisis
Sabemos que bajo la mirada patriarcal siempre es necesario ir más allá, no bastan pruebas, fechas, horarios y testimonios porque muchas otras cosas suelen pesar más que la propia denuncia. Para nosotres fue difícil la detección de las violencias, hablarlas entre nosotres, reconocerlas, señalarlas y decidir denunciar, con todo y el temor que representan las miradas de quienes ahora leen (todas), pero también sabemos que no podemos callar, que no queremos caer en comodidades políticamente correctas, que necesitamos hablar y denunciar como parte de nuestras deconstrucciones, de nuestros devenires y nuestra ética feminista, y que como eso a veces no basta, decidimos compartir públicamente y sólo en esta ocasión, las reflexiones, el análisis, la crítica y autocrítica que hicimos respecto a los hechos denunciados, porque no procedemos de acuerdo a despolitizaciones basadas en chismes, mentiras o similares en redes sociales.
Antes nos preguntamos ¿por qué si desde los discursos que vamos tejiendo podemos detectar, señalar, analizar y denunciar las violencias machistas del mundo, no podemos hacer lo mismo en los espacios en los que nos movemos? Entonces ¿cuándo vamos a hablar de violencia machista y cuándo no? ¿Acaso la educación patriarcal se destruye a sí misma de una vez y para siempre, en una corporalidad en el momento preciso en que se enuncia gay, lesbiana, bisexual, trans, feminista, radical? ¿No hay posibilidad de reconocer tajantemente que puede haber personas (gay, lesbianas, bisexuales, trans, feministas, radicales, etc.) que realicen un despliegue de violencias machistas de manera constante, alevosa y estratégica? ¿Por qué se suele pensar que no? ¿Por qué hablamos de machos progre pero no señalamos a todes? Puntualmente, y de acuerdo a nuestra experiencia, se trata de factores comunes del patriarcado:
– Idealizar los feminismos y los espacios feministas de forma romántica y acrítica.
En el intento por creer y demostrar que nuestros espacios están libres de patriarcado, llegamos a invisibilizar las violencias, minimizar agresiones o proteger opresorxs, y con ello por una parte estamos idealizando los discursos desde los que nos movemos como si estuvieran terminados, como si no supiéramos que son devenires y que deconstruimos todos los días, y por otra, seguimos procediendo desde las lógicas heteropatriarcales (opresivas, normativas, binarias, violentas, etc.) que nos situaron en un lugar tal desde que nacimos.
– Figura de quien siente la opresión
Mucho hemos discutido sobre las corporalidades de quien sufre la opresión, mucho hemos dicho también que se sitúa a las mujeres como categoría política oprimida por los hombres como categoría política, y en tanto que tal es que señalamos algunas características que consideramos pertinentes para nuestras reflexiones:
– Minimizar los hechos
– Sentir culpa
– Callar ante la violencia
– Sentirse con obligación de agradar o no ofender al otro
– Proteger a quien le oprime
– Figura de quien oprime
De la misma manera hemos discutido sobre hombre como categoría política que oprime a mujer como categoría política, y en ese sentido también señalamos algunas característica que consideramos pertinentes para nuestras reflexiones
– Invadir los espacios (geográficos, corporales, de la conversación) sin considerar a la otra persona
– Molestarse si la otra persona no hace lo que espera o quiere que haga
– Justificar la actitud de violencia basándose en sus estados emocionales
– Chantajear
– Culpabilizar a la persona violentada
– Mentir sobre los hechos
Estamos ante una serie de factores heteropatriarcales, la cuestión aquí es que las lecturas que se hagan de lo ocurrido pueden ser varias según el posicionamiento político de quien lee y pensamos que pueden ser tres:
La consideración principal que nosotres tomamos es que tanto Dani como Frida se asumen trans y nos referimos a Dani y Frida con los pronombres con los que se identifican públicamente. Sin embargo, en nuestras reflexiones y análisis llegamos además a señalar que nosotres retomamos los factores (idealización, quien siente la opresión y quien oprime) y los problematizamos en esta situación de denuncia de la siguiente manera:
– Quien oprime
Invadir los espacios: De manera corporal a Dani al agarrar la mano, abrazar y besar sin consentimiento explícito, sin acuerdo previo, sin relación sexo-afectiva, etc. En la conversación al hablar más fuerte que nosotres, interrumpir mientras hablamos y no escucharnos.
Insultar: Al utilizar adjetivos tales como «tonto» cuando Dani tuvo un incidente con el agua, cuando cerró la ventana, etc., además de burlarse.
Actitudes de mando: Al ordenar a Dani que cuidara al ave, que hiciera chocolate, postre, que bajara las colchas, que pusiera la película, que cerrara la ventana, que le trajera pay.
Chantaje: Al ver a dos personas abrazándose y besándose decirle a Dani «¿ves? así se hace, no es tan difícil ¿o sí? Puedes intentarlo» y después usar frases como «me engañaste como todos los trans» «no me quieres porque no soy cis(género)»
Molestarse si la otra persona no hace lo que espera o quiere que haga: Al no tomar iniciativa o responder los contactos físicos se insulta o se chantajea. Al publicar que «todos los hombres trans son idiotas» y que rompen el corazón.
Justificar la actitud de violencia basándose en sus estados emocionales: Al mandar mensajes posteriores a las violencias argumentando que pasó por un estado de ánimo previo a los hechos, mismo que pudo causar el acoso según los mensajes.
Culpabilizar a la persona violentada: Al decir que Dani no dijo claramente que «no» y que hubiera sido todo más sencillo si le dijera «vete a dormir al sillón»
Mentir sobre los hechos: Publicar una versión a conveniencia sobre los hechos, con mentiras, sesgos y descalificaciones. Por ejemplo, decir que Dani la invitó a salir cuando fue Frida quien hizo las dos invitaciones.
Agregamos una más porque nos parece importante decirlo como parte de la ética de cuidado de las otras.
Alardear sobre encuentros con otras: Al decir puntualmente lugares, fechas y nombres de mujeres con las que estuvo besándose públicamente en días recientes y además en “un beso triple” –dijo. Al decir también de la invitación que le hizo a una de ellas a su casa y de su relación con otras lesbianas «famosas» -dijo.
– Quien siente la opresión
Minimizar los hechos: Al no pensar de inmediato que lo que sucedía era una transgresión de una corporalidad a otra
Sentir culpa de pensar que sufre violencia: Al cuestionar las propias sensaciones de disgusto, incomodidad o molestia, dudar de ellas, no concebir las violencias vividas y centrar el foco de atención en une misme llegando a sentir culpa por el sólo hecho de pensar en la posibilidad de que un personaje que leemos como radical y subversivo, pueda estarnos violentando.
Callar ante la violencia: Asumida la sensación de violencia, callarla, no compartirla entre nosotres al momento de sentirla o ver al otre incómode
Sentirse con obligación de agradar o no ofender al otro: Al no rechazar de manera explícita, al no decir «no» claramente para evitar que la otra persona piense que no te agrada. Ser para el otro.
Proteger a quien le oprime: Al haber pensado en los hechos, hablarlos entre tres, reconocer que había sido violencia y acoso y señalar que o en verdad lo hizo sin querer (justificarle), o que no era denunciable (otra vez minimizar), o que finalmente al ser Frida conocida en redes sociales pensarían que estamos mintiendo o aprovechando la situación. Incluso al decidir que era denunciable, argumentar que quizá sería mejor no poner nombres sino manejarlo como un artículo sobre violencias.
Notamos al respecto que las actitudes de mando, las quejas, el acoso y los insultos, se desplegaron casi por completo hacia Daniel. En este caso Frida mencionó que Dani actuaba desde su binarismo y en Facebook dijo también que eran procederes esencialistas centrados en los genitales. Pero si analizamos el despliegue mencionado, ¿quién está leyendo a Dani desde un rol en tanto a la diferenciación establecida entre Laura, Itzel y Dani? ¿Quién delegó a Dani ciertas tareas y cierto rol apropiándose de un rol determinado según las normativas patriarcales? Y por otra parte nos preguntamos mucho y debatimos mucho sobre ¿cuándo hablamos de emancipación/destrucción de roles y cuándo de reproducción de violencias patriarcales? Es decir, si una mujer se apropia de los espacios (geográficos, de su cuerpo, de las conversaciones, etc.) es una mujer empoderada para algunas, es radical y deconstruída para otras, es violenta para los hombres (según sus lecturas de la realidad).
Nosotres vemos en esto un trabajo de deconstrucción; nuestras cuerpas siempre leídas como «mujer» han sido sometidas a un sinfín de violencias y cada día nos fuimos apropiando de los discursos esencialistas, binarios, heterosexuales, etc., que nos situaban como la otra, la menos, la emocional, la pobre, la sumisa, la silente, la servil. Entonces cada que tiramos esas estructuras de nuestra piel, cada que destruimos la heterosexualidad y deconstruimos nuestras existencias significa una liberación.
Pero qué pasa cuando alguien que nació con privilegios de sexo-género (desde las lógicas heteropatriarcales) no vivió las mismas lecturas, las mismas violencias, las mismas imposiciones? ¿Qué pasa cuando alguien diagnosticade, leíde, interpretade como hombre desde su nacimiento, despliega violencia de tipo patriarcal de la forma en que lo hacen los hombres? ¿Y si esa alguien se asume trans, entonces transgrede per se todas las violencias, lecturas e imposiciones? ¿Hay que aplaudirle por ser un ejemplo de mujer liberada? ¿En serio basta con asumirse como algo distinto a un hombre para usar de manera legítima las formas violentas que tienen los hombres para convivir, y además no verlas, no reconocerlas, no nombrarlas, no denunciarlas y a veces hasta aplaudirlas? La cosa no es sólo la mirada otra, lo sabemos, se trata de procesos desde el asumirse tal, desidentificarse de tal, deconstruir tal, etc., pero el personaje que denunciamos aquí utiliza herramientas de violencia heteropatriarcal para situarse en un cierto lugar ostentando todavía privilegios, actitudes de mando, de menosprecio, de chantaje, de engaño, de manipulación, todas esas que analizamos y nombramos tanto, todas esas que están tan bien organizadas en los machismos de cualquier espacio.
Al respecto de todo esto y respondiendo(nos) un poco las preguntas que planteamos sobre las dificultades de reconocer-nombrar-denunciar las violencias en nuestros espacios, pensamos que en este caso una cosa importante fue justo que el despliegue de violencia patriarcal provino de un personaje que representa algún tipo de ideal, de radicalidad, de subversión, de transgresión, etcétera. Es decir, quien oprime sigue siendo una figura privilegiada, de autoridad, sobre todo tomando en cuenta que las representaciones que hacemos de “la realidad” van formando parte de nuestras propias narrativas de existencia y muchas de esas representaciones son corporalidades y muchas de esas corporalidades son virtuales. En ese sentido vemos por una parte la apertura de un sinfín de espacios que brindan narrativas disidentes, pero por otra notamos la presencia de personajes virtuales que se abanderan en discursos feministas, queer, trans, etc., pero siguen ostentando lugares de poder y reproducción de la violencia hegemónica que tanto criticamos, analizamos y repudiamos en nuestros espacios. Además de esto, sabemos que lo trans se ha convertido en una cuestión intocable, in-analizable, in-criticable, como si fuera el máximo estadío de la deconstrucción (hablan las lógicas jerárquicas heterocapitalistas), por lo que nosotres mismes tuvimos miedo de ser adjetivades como transfóbiques, de ser poco radicales, de no estar deconstruides, etcétera. Y finalmente no olvidamos que somos cuerpas que a pesar de no aceptar la categoría «mujer» como el sistema patriarcal impone, hemos sido leídes así, educades así, tratades así y violentades así.
Por último, luego de la denuncia y nuestras reflexiones, queremos decir que con esto no afirmamos que estamos en la cúspide de la deconstrucción no heterosexual. Reconocemos, sabemos y trabajamos con las figuras de opresión encarnadas, todos los días y más allá de las redes sociales. Creemos y creamos un tipo de ética en donde hablar o escribir mediante redes sociales no es subversivo por sí mismo, pensamos lo que escribimos desde la ética de la que hablamos, no nos ha importado la genitalidad y otros esencialismos, nunca hemos hablado de penes o vulvas como destino de deconstrucción o radicalidad, analizamos las situaciones desde las corporalidades y las categorías que nos atraviesan y atravesamos, y así es como procedemos, debatimos durante horas, escribimos en nuestros cuadernos, en las páginas y páginas de documentos virtuales personales, hemos criticado el machismo, sexismo y misoginia de hombres trans con trabajos que presentamos en coloquios, hablamos de transbinarismo en la radio, participamos en talleres de derechos de las mujeres, cada día analizamos nuestras actitudes, nuestros lenguajes, nuestras violencias, y pensamos y escribimos y hablamos para destruir aquello que criticamos, deconstruir aquello que queremos y devenir lesbianas, transfeministas, transgresorxs, no binaries, no heterosexuales. Es decir, todos los días tratamos de ser consecuentes desde una ética feminista y por eso mismo no callamos, no miramos a otro lado cuando ocurre una o muchas violencias, incluso en los espacios que vamos construyendo, no somos complacientes, no damos trato preferencial, sin excepciones. Procedemos según desde donde nos queremos situar, y nos queremos situar desde un feminismo crítico de la heterosexualidad, autocrítico, analítico, alegre, transgresor y rebelde.
Por lo demás nos desvinculamos del personaje Frieda Frida, nos desvinculamos de cualquier comentario transfóbico, oportunista o violento que se realice a partir de esta denuncia y desde ahora, y reiteramos que no hablaremos de la situación a través de comentarios de Facebook, Twitter o cualquier otra red social moviéndonos desde el chisme así como tampoco vamos a contraargumentar nada que provenga de despolitizaciones basadas en chismes, mentiras o agresiones. Todo lo que vivimos y compartimos se encuentra en este texto.
Queremos redes, pero con aquelles que sean consecuentes con esta ética no sólo en el discurso, con aquelles capaces de asumir las responsabilidades de sus actos y palabras, con aquelles que no tengan miedo de cuestionarse a sí mismes, de manera crítica, sobre cuánto del patriarcado aún vive en sus cuerpas.
Me parece totalmente vailente esta denuncia. Suscribo totalmente, también he visto muchas violencias de este personaje y no entiendo por qué las feministas no se dan cuenta. Ya es tiempo de que deje de navegar con la bandera de que es amiga de todas cuando no es cierto, solo lo usa para acercarse a las demás y que nadie critique sus violencias acusando de transfobia. Su máscara caerá pronto para quien sea suficientemente crítica y pueda verlo con claridad. Mi apoyo total.
Gracias por su aporte. Es muy buen ejercicio de análisis y crítica respecto a lo que se da en estos devenires de identidades de género y sus letargos patriarcales. Saludos!
Su denuncia es tan importante, no solo por la reflexión y crítica en los espacios que se supone son distintos a los que la cotidianidad violenta ya tiene dispuestos. Sino porque, sin ver nuestras identidades, sea cual fuere, el respeto a la voluntad ajena, el consentimiento explícito, los acuerdos previos y los límites corporales, sensoriales, emocionales son barreras que siempre se deben considerar.
Su análisis ha llegado a mi en el momento adecuado porque justamente estoy reflexionando sobre cómo hacer explícita la voluntad en nuestros espacios y con la gente de cada quien, a la manera que a cada una le haga sentir cómoda -incluso cuando una no quiere ser «buena» o cuando una quiere ser amable-.
Saludos desde Ecuador.