Por Angélica Jocelyn Soto Espinosa
Ciudad de México, mayo 2021. –
Laura Elvira Hernández Carballido es una exploradora de historias que descubrió en 1986 un tesoro enterrado en hemerotecas, biografías y los relatos de familia: la prensa femenina y feminista en México.
Periodista, investigadora y profesora, Hernández Carballido ha dedicado casi cuatro décadas de su vida a buscar, estudiar y publicar la vida y obra de cientos de mujeres mexicanas, entre periodistas, escritoras y artistas, que habían sido negadas en las aulas de las universidades y en la historia oficial del periodismo mexicano.
Elvira ha escrito más de ocho libros y al menos un centenar de artículos periodísticos sobre feminismo, periodismo e historia de las mujeres mexicanas, muchas de ellas de las que no se había escrito nunca. Algunos de sus textos más reconocidos son: Dos violetas del Anáhuac (2010), Bellas y airosas: mujeres en Hidalgo (2011), y Ustedes, ellas y nosotras. Relatos de vidas femeninas (2013). Consulta su obra completa aquí.
La provocación
La provocación de profesoras y compañeros de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales (FCPyS) de la UNAM, quienes le aseguraron que no existían mujeres periodistas antes de Lolita Ayala, la empujaron a los 25 años de edad a ir más allá de lo que aprendía en las aulas.
En su embarque al que sería un viaje largo a través del feminismo y el periodismo mexicano, Elvira contó con el impulso de Florence Toussaint Alcaraz, una maestra de Historia en la carrera de Ciencias de Comunicación en la UNAM, quien la invitó a consultar los periódicos del siglo XIX, donde encontró artículos escritos por varones con referencias a periódicos y textos escritos por mujeres. La profesora Florence la animó entonces a seguir esa pista, ya que sobre eso no se había investigado nada en la máxima casa de estudios.
“Ahí empezó esta fascinación de ir a las hemerotecas, de hojear periódicos, de encontrar nombres y pues de darte el gusto de empezarlas a recuperar (a las periodistas)”, explicó Elvira en entrevista virtual para La Crítica.
El primer puerto de este viaje que emprendió hace 35 años fue su tesis de licenciatura, titulada “La prensa femenina en México durante el siglo XIX”, donde sacó a la luz los nombres de Laureana Wright y Mariana Murguía, fundadoras de uno de los primeros medios feministas que se crearon después del porfiriato, las “Violetas del Anáhuac”.
El descubrimiento de estas periodistas y este medio no fue una contribución menor. Elvira Hernández Carballido puso en la literatura del periodismo mexicano y en el imaginario de las estudiantes de las siguientes generaciones de la carrera de Comunicación, la poderosa idea de que la prensa centrada en la luchas de las mujeres tenía un pasado y una genealogía cuyos orígenes podrían estar enraizados desde la llegada de la imprenta a México en 1539.
La abuela Isabel
La abuela Isabel se levantaba cada mañana, hacía la limpieza de su casa y luego se sentaba a leer el periódico. En esa época, los años cincuenta, algunas reporteras informaban desde el Vaticano para el noticiero de Jacobo Zabludovzky; y en una telenovela llamada “Ana del Aire”, la actriz Angélica María era una sobrecargo que todas las niñas admiraban porque conocía el mundo y viajaba, pero Elvira se fijó más en un pasajero del avión que era periodista y que, además de viajar, según las palabras del personaje de Angélica María, sabía de muchas cosas y entrevistaba a personas importantes.
Elvira, la niña, creció con esas imágenes en su cabeza. A ella, la mayor de cuatro hijas y un hijo, le gustaba mucho leer los periódicos y las historietas como Mafalda y la Familia Burrón que su papá, promotor de lectura, le llevaba a casa y acomodaba en los libreros que hacía su abuelo.
Pronto, como estudiante, Elvira se volvió una buena escritora. Años después, tras integrar las primeras generaciones del Colegio de Ciencias y Humanidades (CCH), se encontró con el pensamiento crítico y el feminismo. La concatenación de estas habilidades la llevaron a la UNAM, a la carrera de Periodismo y Comunicación.
“Mi ma’ y mi pa’ sólo estudiaron hasta la primaria, pero tenían la certeza y la convicción que el estudio era importante. Claro, mi mamá luego nos convencía con la chancla en la mano, pero nos hizo ser las niñas aplicadas de 10, de diploma, de la escolta. Mi papá también siempre muy cariñoso, muy solidario, con él podíamos jugar futbol, carreritas, nunca nos dijo ‘ustedes no porque son niñas’. O sea, yo en mi casa jamás escuché eso. Eso nos motivó a todas”, relató Elvira.
La primera vez que Elvira escuchó hablar del periodismo feminista fue en el CCH, cuando una maestra de Ética llevó a las y los estudiantes la revista FEM, que entonces era la única publicación de feminismo vigente en México y que se creó en 1976 a cargo de un grupo de feministas y académicas de la época. “Yo dije, ¡wow, qué interesante! Por ahí todavía tengo algunas FEM subrayadas por la CCHachera que fui”, recordó Elvira.
Una vez iniciado su viaje hacia la búsqueda de la prensa feminista en la universidad, Elvira se volvería a encontrar con esa revista y, al mismo tiempo, con las que serían sus guías en la exploración que emprendió. Fue, dijo Elvira, como una “cadenita” de coincidencias”.
Zarpó el barco
Casi después de que Elvira presentó su examen profesional en 1987, la revista FEM decidió cambiar su estructura bajo la dirección de la narradora, dramaturga y actriz, Berta Hiriart, quien decidió dar a la revista, que hasta entonces era de un perfil académico, un giro más periodístico, con más entrevistas y reportajes.
Elvira hojeaba la revista Proceso en la tienda Gandhi de Miguel Ángel de Quevedo, en la Ciudad de México, cuando encontró una entrevista en la que se invitaba a las estudiantes de periodismo a escribir en FEM. Elvira se dio cuenta de que estaba a unas cuadras de las oficinas de esa revista, así que no esperó más y fue a preguntar por Berta. No tuvo suerte en ese mismo momento, pero se enteró que en los días siguientes habría una junta para las jóvenes que estaban interesadas en escribir.
En total, un grupo de entre 6 y 8 jóvenes asistieron a la junta, algunas que se volverían sus amigas y colegas entrañables, como las periodistas Josefina Hernández Téllez, Isabel Inclán e Isabel Barranco. Ninguna sabía nada de feminismo, pero Berta, la directora, les enseñó el camino.
Así es como Elvira, la exploradora de historias de mujeres periodistas, tocaría en su viaje un segundo puerto: participar en el primer suplemento feminista de un periódico de circulación nacional llamado La Doble Jornada, en La Jornada.
Al estar en FEM, alguien dijo a las jóvenes que iba a salir un suplemento de mujeres en el periódico La Jornada y que, en próximos días, habría una junta. Días después, con ese ímpetu que tiene para hacer las cosas, ahí estaba Elvira, sentada, intimidada, en una sala en las oficinas de La Jornada, que entonces estaban por el Metro Balderas. Callada, Elvira observó discutir con pasión a periodistas y feministas muy reconocidas en esa época que estaban sentadas a lado suyo, como Sara Lovera, Martha Lamas, Fátima Fernández, Lolita Cordero, reporteras, y el entonces director de La Jornada, Carlos Payán.
El suplemento finalmente se creó y quedó a cargo de la periodista feminista Sara Lovera, quien encomendó a Elvira en su primera tarea entrevistar a la también periodista y maestra Adelina Zendejas, una de las principales narradoras de la condición de vida de las mujeres mexicanas antes de la década de los 90. El camino se trazaba solo.
“Adelina es así toda una personaja increíble y yo ni sabía quién era. Fui a hacerle la entrevista y me quedé todo el día en su casa, platicando, me enseñó libros y así fui aprendiendo y me empecé a relacionar”, relató.
El papel del periodismo feminista en aquella época, recordó Elvira, era hacer más visible a las mujeres en los escenarios. “Me tocó entrevistar a varias escritoras que estaban ya sacando sus novelas, que se quejaban que las editoriales les decían ‘eres mujer, escribes cursis, no quiero tu texto’. Entonces escribimos sobre lo difícil que era entrar en este ámbito del mundo literario y estar presentes, el mismo mundo de la política, acercarte ya a algunas mujeres que empezaban ahí, como (la política) Beatriz Paredes, entrevistarlas y empezar a sentir lo que ellas querían desarrollar y hacer”, relató.
De acuerdo con Elvira, para sus maestras Berta y Sara Lovera lo importante era “darle voz a las mujeres, no tenían que ser ni famosas, ni importantes, ni feministas, sino mujeres que estuvieran haciendo algo, que estuvieran enfrentando algo”.
“Ahí estaba latente ese aprendizaje, esa certeza, ese descubrimiento de que en ese periódico que a mí me gustaba leer como El Universal, el Esto, el Excélsior, las mujeres no estábamos presentes; si estábamos era porque nos mataron o éramos esposas de alguien. De pronto ese aprendizaje, que no lo tuve en la escuela, lo tenía cada vez que estaba con Sara, cada vez que me dejaba un trabajo, o con la misma Berta en FEM, más tarde con Esperanza Brito (periodista y feminista mexicana) también en FEM”.
En esa época, sus primeros años como periodista, Elvira ganó el Premio Rosario Castellanos por un reportaje que hizo con Aurora Torres sobre las mujeres que deciden adoptar. “Todo el proceso tan complicado que vivían cuando siempre te están diciendo que vales porque vas a ser madre y cuando no puedes, cuando tu cuerpo no responde a eso, qué difícil situación pasan estas mujeres”, explicó.
Como toda reportera, Elvira iba de un tema a otro. Por ejemplo, en esos años también cubrió la creación de la Planta nuclear de Laguna Verde en 1990, a la cual se opusieron las mujeres organizadas por los altos riesgos que representaba en Veracruz. Elvira también hizo crónicas sobre cursos que ofrecía la tienda Liverpool sobre cómo casarse, cómo vestirse de novia; así como entrevistas sobre una clínica para mujeres con SIDA, que era un tema en auge en esa época, entre otros muchos.
“Me tocó en ese rato que las estaba yo entrevistando que una paciente murió sola. La denuncia era: las mujeres nos enfermamos y nos dejan solas, y el SIDA ni siquiera fue porque ellas vivieran otras cosas, sino porque el marido la contagió”, relató.
Elvira recuerda que la iniciativa y la observación de cada reportera era central para el periodismo feminista que estaban construyendo. Por ejemplo, junto a su compañera, la periodista Rosa María Rodríguez, Elvira ganó otro premio por un reportaje sobre la sordera infantil. Su compañera Rosa María insistía: tengo una amiga que ella solita está llevando al niño sordo a que lo atiendan, ¿qué pasa sobre estas situaciones?
Los resultados de todo ese trabajo fueron agridulces: “Luego me tocaba ver en el Metro o en algún transporte público, el primer lunes de cada mes, que abrían la Jornada y botaban la Doble Jornada porque no lo querían leer, pero otras veces vimos que gracias a ese suplemento, que iba intrincado en un periódico de circulación nacional, de pronto mucha gente se sensibilizó, mucha gente empezó a leer sobre este tema y eso también fue un privilegio”.
Para las iniciadoras de la Doble Jornada, la apuesta creció. Por las tardes, las reporteras, con la guía de Sara Lovera, se quedaban para hablar y soñar durante horas con crear una agencia de noticias especializada en la condición social de las mujeres. Así concluyó la Doble Jornada y nació en 1988, Comunicación e Información de la Mujer (CIMAC), de la que Elvira es cofundadora, y que ahora está a cargo de la periodista (también reportera de La Jornada y Doble Jornada) Lucía Lagunes Huerta.
“Sin duda esto (CIMAC) ha sido un espacio para que de pronto ahora Elsa Lever tenga Mujeres.net (medio feminista), Layla Sánchez Kuri abra la (página web) Ciudad de las Mujeres, en diferentes estados haya suplementos, programas de radio, porque de verdad CIMAC y Sara Lovera fueron esa pauta. Claro, con todas las que acompañamos y creímos en el proyecto, pero sin duda eso fue lo que se logró crear y lo que yo estoy segura en este siglo XXI sigue latente en lo que ahorita cada chica hace en su blog, en su Twitter, en su Facebook. Eso es maravilloso, porque antes, ¿cuándo ibas a tener esos espacios? Esto es lo que yo aprendí”, reflexionó.
En esa década, finales de los 80, Elvira pudo conocer a través del periodismo a muchas otras mujeres significativas para ella, a quienes podía encontrar incluso sentadas a un lado suyo. “También yo creo que por eso varias amigas y yo dijimos tenemos que prepararnos, tenemos que saber más”, relató.
La investigación: un puerto de aguas calmadas
En 1991, la periodista, escritora, investigadora y académica, Elena Urrutia, abrió en el Colegio de México la primera especialidad en Estudios de la Mujer. En su primera generación hubo 25 mujeres inscritas, entre ellas Elvira.
“La idea era aprender más. Ahorita muchas de ellas (sus compañeras de generación) han hecho muchas cosas maravillosas, como Elsa Muñiz (antropóloga), Josefina Hernández Téllez (académica y periodista), Rocío Mejía (comunicóloga) y Susana Baez (investigadora en Ciudad Juárez). Realmente todas nos formamos de una manera muy profunda, muy crítica, muy, muy clara”, relató.
Lejos de recibir los cuestionamientos de la Universidad, en esa especialidad Elvira conoció a sus grandes guías: la antropóloga Marcela Lagarde, la filósofa Graciela Hierro, la jurista Alicia Elena Pérez Duarte, la historiadora Carmen Ramos y otras grandes pensadoras del feminismo mexicano, quienes exploraron antes el camino.
“Marcela hizo su tesis ella solita, con los mismos comentarios de quién sabe qué está haciendo, que los cautiverios, quién sabe de qué va a servir esto, pero han servido esos ejemplos, esos logros, esos textos. Marcela Lagarde llegaba a darnos clases con su tesis de mil 500 páginas, con su tesis, todavía no era el libro Los cautiverios de las mujeres, pues claro que aprendías un montón”, recordó Elvira.
Agregó: “…así nos fuimos integrando en esos tiempos que era bien difícil encontrar un taller, un trabajo, un espacio en el que se hablara de feminismo. Era difícil, pero finalmente íbamos haciendo una cadenita de hablarnos y de escribir. Yo ahorita obviamente la veo con cariño, con nostalgia, pero también con mucho orgullo. Digo, ahorita (temas sobre feminismo y derechos de las mujeres) son complicados, pero en aquel entonces ni se abordaban, ni la misma universidad les interesaba, eras la rara o eras la feminista que quién sabe qué estabas haciendo sobre mujeres. Yo en mi universidad, los cuatro años de mi licenciatura, nunca encontré a alguien que realmente este tema le interesara o que ahí en la facultad fuera marcando una pauta. No lo había, pero bueno, pues yo ya tenía ese interés y me encontré con gente aliada que me dijo: ¡Eso es lo que te interesa, pues adelante!”
La maestría, por lo tanto, no sólo representó un oasis en medio del camino para Elvira, que intentaba desde entonces seguir desmadejando los hilos para encontrar nuevas historias de mujeres en la prensa, sino que le permitió investigar los temas de su interés con más tiempo y profundidad que lo que le permitía el periodismo.
Los hallazgos de esta exploración en los Estudios de la Mujer se concretaron en la tesis de maestría: “Las primeras reporteras mexicanas: Magdalena Mondragón, Elvira Vargas y Esperanza Velázquez Bringas” (1997).
Lejos de ver el horizonte, el viaje de Elvira apenas empezaba. Su hambre de conocimiento la llevó a continuar su exploración en el Doctorado. Elvira Hernández Carballido fue la primera Doctora en Ciencias Políticas y Sociales que hubo en la UNAM. El título de su investigación doctoral fue “La participación femenina en el periodismo nacional durante la Revolución Mexicana (1910-1917)” (2003).
Regresar a la FCPyS y continuar en la exploración que la llevó a encontrar a cientos de mujeres enterradas en la historia no fue fácil. “Elvira, el mundo cayéndose en pedazos y tú hablando de viejas de quién sabe qué época”, le decían sus compañeros.
“Pues es lo que a mí me gusta y es lo que a mí me apasiona, y a la mejor si a ti te gusta la agenda setting y lo que pasa en la huelga de la UNAM y cosas así, ora sí que te felicito, abrazo y te motivo. Síguele, amigo, porque de algo servirá esta situación”, les respondía. Elvira aprendió a hacer de la respuesta irónica, el sarcasmo y la risa su estrategia pedagógica para que no la molestaran y que otras mujeres se interesaran en sus temas.
“Siempre te vas a encontrar con ese tipo de comentarios o de cuestiones, pero yo creo que si a ti te gusta o te apasiona… Mi amigo Vicente Castellanos (investigador), por ejemplo, luego me dice ‘ash, yo no sé a qué vas a la hemeroteca a ensuciarte con esos periódicos viejos y horribles’. Yo le digo: ‘pues sí, a mí me gusta. Así como a ti te gusta ver no sé cuántas películas no sé cuántas veces, pues a mí me gusta ir, escarbar, jalar ese hilito e ir encontrando un montón de historias, me gusta mucho’”, les explica.
Tras concluir su doctorado, Elvira encontró un espacio como investigadora de tiempo completo en la Universidad Autónoma de Hidalgo, donde vive desde hace 17 años. Elvira ancló en este puerto, desde donde se autodefine como “chilanga de corazón y bella airosa por adopción”.
A Hidalgo, Elvira también llegó a buscar tesoros. Lo primero que hizo fue preguntar qué mujeres hidalguenses famosas había en la entidad, pero le dijeron que ninguna. Una vez más, no se conformó. Elvira empezó a buscar en los diccionarios biográficos. Encontró un libro que se llamaba “ Mil 500 mujeres en la memoria colectiva de México” y buscó, nombre por nombre a las hidalguenses. Una vez que integró una lista con varios nombres, Elvira empezó a explorar qué se había escrito sobre ellas. Los tesoros que encontró forman parte de su libro Bellas y airosas: mujeres en Hidalgo (2011).
Entre sus hallazgos está el nombre de Margarita Michelena, que resultó ser una poeta, escritora y periodista nacida en Hidalgo en 1917. Tras buscar en varios textos, en 1998 Elvira encontró a la hija de Margarita, Andrea Cataño Michelena. Luego de mandarle varios correos, Andrea respondió y aceptó entrevistarse con Elvira. Andrea misma, después, la dirigió con otros amigos de Margarita y ahí empezó de nuevo una “la cadenita” que llevó a Elvira a conocer anécdotas y detalles íntimos e inéditos de la vida de Margarita.
“Así es como empiezo a juntar material, a veces con la suerte, a veces con insistencia, a veces que todo mundo sabe que Elvira está haciendo algo de alguien en específico, y me avisan muy solidariamente”, explicó.
La exploradora experta
¿Cuál de todas las historias de mujeres que ha escrito Elvira hasta ahora le gusta más o la identifica? Elvira mira en retrospectiva y reflexiona: “empezar a explorar estas vidas me ha gustado mucho pero es difícil que yo te diga alguna que me ha gustado más”.
“Desde los 25 años que empecé a hacer mi tesis de licenciatura, Laureana Wright me encanta, veo sus imágenes que ahora también se difunden más, me entra mucha emoción. Ahorita que ando explorando el ámbito literario quiero hacer una historia novelada de Laureana Wright, esa mujer que en el S. XIX, que no fue a la universidad ni conocía el feminismo, también tenía otra mirada, publicó textos que algunos hasta los he memorizado, como el de la Mujer Perfecta que dice: ‘¿Qué necesita la mujer para ser perfecta? Laureana dice: pues más que nada amor a sí misma, sólo de esa manera se puede ser perfecta » ‘, relató.
Para Elvira cada nueva historia que encuentra es un tesoro repleto de riquezas, un personaje al que puede darle nueva vida. En el caso de Laureana, por ejemplo, Elvira la empezó a estudiar en 1986 y ahora aprovechó un concurso de relatos históricos sobre mujeres para seguir hablando de Laureana, pero desde otro lugar.
“Inventé un personaje que va a conocer a Laureana. ¡Hasta me gusta mi escena!. Hago que una chava trabaja en una imprenta, ve que llegan unas señoras con sus hojas y le dicen ‘vamos a hacer un periódico de mujeres, porque no hay en México’, ‘¿usted cómo se llama?’, le pregunta la chava. ‘Laureana Wright’, le responde. ¡Ah! Ya me emocioné con esa historia”, dice Elvira.
Sus hallazgos la apasionan tanto, que los estudia toda la vida. “Ahorita también acabo de escribir a una mujer que no sólo porque sea mi tocaya, sino también por todo lo que leí de ella, de una pasión y un gusto por el periodismo, como lo fue Elvira Vargas. De verdad no había nada, casi nada escrito, algunos textitos de su semblanza, pero yo me fui a la hemeroteca a buscar sus textos.
“Tuve tres, cuatro, alumnos aliados que iban conmigo a la hemeroteca, a hojear el Nacional (periódico mexicano de la década de los 30), a buscar sin fechas, a ver en qué momento encontrábamos un texto de Elvira Vargas. El día que encontramos el primero, bueno, pegamos un grito en la hemeroteca que casi nos sacan. ¡Ah, ya encontramos a Elvira Vargas!, gritamos. Y leer sus textos… Hay una crónica que también me la sé de memoria porque me impresiona. Ella fue reportera de la fuente presidencial, que es algo que no se le da a cualquiera en los años 30”, explicó.
Elvira Vargas, la tocaya, no solamente iba a las conferencias del presidente a tomar nota, sino que, por ejemplo, aprovechó una gira presidencial en Veracruz para ver la zona petrolera y documentar la explotación de los trabajadores mexicanos. Como parte de su relato, Vargas denunció que los empresarios explotadores la amenazaron de represalias en caso de que publicara la información, pero ella los confrontó. Ésta sería una de las anécdotas que más impresionó a Elvira Carballido y, gracias a que ella la encontró, ahora la conocemos más personas.
La pasión de Elvira en cada historia es tanta, que a veces no alcanza a descifrar la frontera entre el compromiso y la obsesión. “Es este compromiso y esta pasión ya a veces parece una obsesión, pero yo le digo compromiso. Sobre todo he visto los resultados, he visto a chicas, jóvenes, incluso, chicos, que de pronto les hablo de estas historias y te ponen atención, les interesa. Hace algunos años Florence me invitó a su clase de Historia en los medios, les fui a hablar de las mujeres periodistas y al final aplaudieron. Florence dijo: ‘ay, Elvira, no puedo creer, te pusieron atención, se emocionaron’”.
Desde que zarpó el barco, Elvira se convirtió en una exploradora experta que carga consigo siempre una caja de herramientas periodísticas y con claves feministas que son imprescindibles para hallar sus tesoros, esas historias empolvadas.
“Tengo como una antenita, un radar, y de pronto estoy leyendo, estoy escuchando, y digo ‘ay, ¿quién era ella?’. De ahí empiezo a buscar. Ahorita soy feliz que a veces desde mi casa ya en el buscador de internet pongo un nombre y de pronto salen algunas cosas, pero no me conformo con eso.
“Me dio mucha experiencia ser periodista, escribir en FEM y la Doble Jornada. Es cierto, no fui periodista de nota de diario, pero sí escribía cada mes. Entonces en eso sí soy muy disciplinada (…) Esa pasión, esa suerte, ese compromiso, esa disciplina, es lo que me ayuda a sacar estas historias y seguir encontrando más. Si te enseñara la lista de todas las que me faltan. Espero que me alcance la vida para recuperar a varias más”, reflexionó.
Es cierto, Elvira, a sus 59 años de edad, aún tiene muchas más historias que contar y explorar. Recientemente inició un libro sobre mujeres compositoras que publicaría en la editorial Trillas pero que, ante la interrupción del recurso, se propuso terminar por su cuenta. Como ése, hay muchos proyectos en puerta porque no hay tema al que diga “no”. En meses pasados, por ejemplo, una amiga la invitó a hacer una investigación sobre Arte y Cultura funeraria, un tema que Elvira no sólo desconocía, sino que además era difícil para ella porque no le gustan los panteones.
Sin embargo, como exploradora experta, Elvira pronto encontró su rumbo. “Me acordé que Rosario Castellanos (una de las periodistas sobre la que más ha investigado) tiene su tumba en la Rotonda de Personas Ilustres. Ya vieras qué bonita es la tumba de Rosario Castellanos, pero claro, ya con esta mirada feminista, dije ¿cuántas mujeres hay en la rotonda?, pues de 120 tumbas, 8 mujeres en la Rotonda de Personas Ilustres este país”. Ahora Elvira escribe sobre la vida y obra de esas ocho mujeres.
Como nuevo puerto, Elvira también explora ahora la literatura. Actualmente escribe una novela de unas niñas de secundaria de los años 70 que van a enfrentar la decisión de abortar. “Ando muy fascinada, me emciono, entonces yo espero que a fin de año también pueda explorar este lado literario y esta novela ayude a sensibilizar sobre un tema que siempre me ha importado también que es el aborto”, dijo.
Para Elvira, el periodismo o la literatura que hacen las mujeres sí tiene una mirada distinta. En los 80 ella dio una conferencia al respecto. A su lado, la periodista Blanchet Petrich, escuchaba atenta y le dijo: “Yo he ido a cubrir guerras, he estado en situaciones donde ves cómo la sociedad se lastima y sufre, pero nunca me había fijado dónde estaban las mujeres en esos espacios. Y ahorita eso que dices me hace ver que efectivamente tenemos estas limitaciones y que si no nos dicen, no nos abrimos”, recordó Elvira.
El primer gran paso del periodismo feminista, aseguró, es ver a las mujeres, escucharlas y darles voz en esos espacios de guerra, política, cultura; es no dejar de preguntarse dónde están las mujeres. Pero “¿nada más hacerlas visibles y ya? Marcar una pauta de denuncia, de crítica, de señalamiento, de que digamos: esta gran escritora que lleva 15 libros nadie la conoce, ¿cómo es posible, qué ha pasado con su editorial, qué ha pasado con ese mundo que está ahí presente? Esa perspectiva crítica es muy importante para mí y también la actitud con la que llegues. ¿Cómo voy a llegar a hablar con esas mujeres?”.
Elvira, ahora también maestra, recuerda que hace unos días una alumna suya estaba muy preocupada porque tenía que entrevistar a una joven que sufrió una violación. “No sé qué preguntarle, ¿cómo me acerco?”, preguntó a Elvira.
“No juzgues, no dudes, trata siempre con mucho respeto, trata de tener esa sensibilidad en esa condición de las mujeres, que siempre estamos a un lado, que siempre estamos invisibles, que siempre tenemos esa etiqueta de abnegada, de sumisa, de pura, de virginal”, recomendó Elvira a la joven estudiante.
“Vamos a ver el 8 de marzo miles de encabezados donde van a hablar de las mujeres, pero muchas veces sin esa sensibilidad, sin ese compromiso, sin ese señalamiento (…) yo no quiero un suplemento, no una sección, un encabezado el 8 de marzo, yo quiero que todos los días en el periodismo nacional esté latente esa mirada crítica, solidaria, de las mujeres en nuestro país, para mí eso sería el periodismo feminista”, cerró.
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