Una norma es una regla u ordenación que varía de acuerdo al tiempo y al lugar en que se aplica, puede ser negociada o modificada de acuerdo a las necesidades de quienes la aplican o la siguen y se refiere a acuerdos en determinadas sociedades y contextos, como las normas jurídicas, las normas viales, las normas laborales, etc.
Así, cuando para analizar la heterosexualidad y sus implicaciones en la vida de los individuos, usamos el concepto “heteronorma” acuñado por Michael Warner en 1991, lo que estamos diciendo es que la heterosexualidad es una norma/regla/pauta, justamente, y cuando pensamos en la heterosexualidad como una norma, lo que estamos diciendo es que la heterosexualidad es un arreglo o pacto de convivencia social.
Sin embargo, no es justamente que la heterosexualidad pueda ser negociada, discutida o transgredida de la misma forma que los reglamentos urbanos, los reglamentos escolares o las normas del buen vestir en un evento social. Ver o enunciar como «norma» la vida en la heterosexualidad significa invisibilizar su dimensión política, de construcción y constitución de estructuras del mundo contemporáneo.
Así mismo, significa que los cuestionamientos que se hagan a la norma no serán radicales, serán apenas reformas y posibilidades de convivencia desde “modificaciones a la norma”. Cuestionamientos que no irán a la raíz, porque no discuten la intencionalidad política de la sujeción. De ahí se desprenden discursos tan errabundos como el que se puede tener una práctica “heterosexual” pero “no estar heteronormada”, que toda práctica homosexual contraviene la heteronorma o que un sujeto sexuado masculino y una sexuada femenina pueden tienen una sexualidad no heternormada porque ella lo penetra a él y otros enunciados por el estilo que tienen las discusiones girando en torno a los sentires socialmente construidos más inmediatos y sus lugares comunes.
Ante ello, es preciso pasar a comprender la heterosexualidad en su dimensión estructural, como se podrían comprender la clase, la raza o el género. Al respecto, ya a fines de los setentas y principios de los ochentas, Monique Wittig acuñó previamente la concepción del “régimen heterosexual” y Adriane Rich mostró la “heterosexualidad como obligatoria”.
Dimensionar el “régimen heterosexual”, nos permite mostrar que existe una estructura de la cual devienen una serie de instituciones procedimientos y valores que sustentan el poder de la heterosexualidad que controla a las sociedades contemporáneas, asignándolas a existir en dependencia y a agruparse por parejas en donde se asignan distintas tareas de la producción y reproducción según el sexo/la presunta capacidad paridora de cada individue. Así, el lugar estructural de la heterosexualidad le confiere un poder organizativo de la vida en sociedad, por lo tanto, ese poder es político.
Me interesa señalar el régimen heterosexual actúa sobre «todos y todas las individuas» sosteniendo hoy el modo de vida capitalista, pero que sobre la vida de las mujeres se inscribe además en forma obligatoria. Sería pues, la “heterosexualidad obligatoria”, la institución patriarcal que por medio de mecanismos de disciplinamiento y control naturaliza la heterosexualidad como “deseo” para asegurar la lealtad y sumisión emocional y erótica de las mujeres respecto a los varones (Rich, 1985: 11) y yo agrego: con el fin de mantener- por medio del trabajo de los cuerpos de las mujeres, su presunta capacidad paridora y sus cuidados y afectos- los sistemas económicos y políticos que en esta lealtad y servicio se sostienen.
Sin estos elementos mínimos de comprensión política, no estamos hablando de discusiones radicales porque no se va a la raíz, mucho menos de discusiones lesbofeministas. Buen día.
Ensayo publicado originalmente el 10 de mayo de 2018 en http://ovarimonia.blogspot.com
Gracias 🙌 me explicaste muchas cosas que no entendía. 💕