Cuarta entrega
Por Patricia Karina Vergara Sánchez
El Estado es el mayor causante de la indefensión en que viven las madres y sus crías cuando hay un progenitor que abusa sexualmente.
El obligar a las convivencias con el abusador, además de revictimizante, es un acto de complicidad en donde lo que se privilegia no es el “bien superior del menor”, es el “derecho” paterno a imponer su presencia de terror sobre un niño o niña a quien ha lastimado. Eso es una falla en contra de cualquier derecho infantil.
Ante esa situación hay mujeres que deciden desobedecer y enseñan a sus crías, y a todas las demás, que, donde el Estado y la sociedad cuidan y abrazan a los violentadores, el desacato a la legalidad patriarcal es protección y, ahí, están haciendo una justicia histórica.
Por lo tanto, debe hablarse: las mujeres sancionadas o encarceladas por proteger a sus crías son presas políticas del régimen patriarcal.
Aquí, Rosti, cuenta de la valiente resistencia de su madre y de ella misma.
ROSTI
Me presento contigo. Tengo un nombre, pero mis amigos me dicen Rosti. Tengo 31 años y me dedico a las ciencias de la salud.
Hace unos días me enteré que lo que viví en mi tierna infancia tiene nombre y se llama violencia vicaria. Es importante poder dar un nombre a las cosas, permite comprender mejor. Para mí, lo supe gracias a una bella mujer que llegó a mi vida. Aunque recién descubro el nombre que lleva esto, sucede desde tiempos muy antaños y sucede a muchos niños y niñas, me pasó a mí.
Mi mamá deseaba mucho tener una hija, entonces se casó y, por fortuna, llegué yo, su primogénita. Al progenitor no le gustó que su primogénita fuera mujer, se perdió en el alcohol por una semana, como castigo a mi mamá. La vida continuó, yo era una niña tranquila y tímida que iba creciendo. Esto fue aprovechado por el señor que me golpeaba cada que no terminaba la tarea. En ocasiones, yo le llamaba llorando a mis tías para que me ayudaran a la tarea, porque sabía lo que podía pasar. Además, él abusaba sexualmente de mí. Nada de esto lo sabía mi mamá porque, obvio, ¿qué niña de 7 años va a hablar sobre algo si te amenazan con matar a tu mamá y a tu abuelita?
Las cosas ya no estaban bien entre mi mama y el señor, así que mi mamá inició el proceso de divorcio, eso no fue difícil, pero lo complejo fue cuando iniciaron con los trámites de guardia y custodia. Mi mamá nos llevó a mi hermana y a mí con una terapeuta que en la primera sesión descubrió habíamos sido víctimas de abuso sexual desde años atrás. Esto añadiría una demanda penal y el tema de guardia y custodia se volvía imprescindible.
La jueza, aún a sabiendas de la demanda penal, como el progenitor obviamente lo negaba y había que darle el beneficio de la duda, durante los procesos de quién se queda con las crías, decidió que era buena idea que conviviéramos con el hombre abusador los fines de semana, acompañadas de una trabajadora social.
Como la presencia de la trabajadora social no resultó ninguna garantía de estar a salvo y la jueza no parecía entender qué grave era lo que pasaba, mi mamá no lo permitió. A ella le ponían multas, regaños, amenazas y la señalaban, pero siempre nos sacó a escondidas, días antes o por la madrugada, de mi casa. Para que nunca jamás volviéramos a convivir con el señor.
Mientras esto pasaba también teníamos que ir a la procuraduría a toma de fotos, recreación con la terapeuta de los eventos de agresión sexual, revisiones médicas, una y otra vez, porque en la procuraduría decían: «se perdió el expediente», » se velaron las fotos». Obviamente, sabemos cómo es que se habían «perdido» las cosas. Todo tenía un precio y eso lo pagaba el señor con tal de hacer aún más lento el proceso.
Nosotras padecíamos citas en los juzgados, tener que ver al señor en ese lugar, firmar los expedientes y yo ser agredida por el señor, porque omitía su apellido en mi firma, pero, aunque fuera una niña, no quería llamarme como el violentador de nosotras.
Así pasaron 4 años de mi vida, hasta que, finalmente, creo que nos cambiaron de juzgado familiar y, por fin, un juez sensato le dio la guardia y custodia a mi mamá, así como se extendió una orden de arresto contra el señor por ser comprobado el abuso.
Lamentablemente, él se dio a la fuga y, como esas cosas expiran, pasó el tiempo y expiró. Esto no debería ser, esa impunidad, porque los estudios dicen que en las infancias que sufrimos de maltrato infantil (sexual, físico, psicológico, negligencia, explotación) tenemos secuelas. Los malos tratos tempranos originan inhibición de la neurogénesis, una pérdida acelerada de neuronas (disminución no deseada de la materia gris), retrasos en el proceso de mielinización (menor sustancia blanca, conectividad e hipofuncionalidad neuronal) y alteraciones del proceso natural de poda neuronal (posible causa de muerte de neuronas aptas o mantenimiento de neuronas que debieran ser podadas) (De Bellis, 2005, Mesa-Gresa y Moya-Albiol, 2011) y todo esto no caduca, ¿porque caducan las sentencias tras las rejas?
En fin, la vida paso y todo fue mejor. Estoy bien con mi mami y, aunque mi ma sigue conmigo, les dejo esta frase de mis libros favoritos:
«Un amor tan poderoso como el que tu madre tuvo por ti es algo que deja marcas. No una cicatriz, ni algún otro signo visible, el haber sido amado tan profundamente. aunque esa persona que nos amó no esté, brinda una protección que dura para siempre», Albus Dumbledore a Harry Potter.
Gracias a todas esas madres que han resistido.
Con amor, Rosti.
Que experiencia tan fuerte. Un abrazo a todas esas madres que han resistido.