Entrevista a Marisol Torres Jiménez, psicóloga feminista lesbiana
Por Angélica Jocelyn Soto Espinosa
San Cristóbal de las Casas, Chiapas, 25 nov 2018.-
Una característica de las sociedades patriarcales es que están basadas primordialmente en la figura simbólica del padre; por ello, una forma de resistir y transformar profundamente esa cultura es empezar a mirar, hablar y sanar la relación que tenemos las mujeres con nuestras madres.
Así lo explicó en entrevista Marisol Torres Jiménez, psicóloga lesbiana feminista, quien llegó a esta conclusión luego de identificar que la mayoría de sus consultantes (todas mujeres) no hablan de ese vínculo en sus vidas, lo mantienen en el silencio.
“La relación con la madre, en lo que he trabajado conmigo misma y con las otras, está en el silencio. Siempre implica para mí un trabajo extra evidenciarlo porque siempre las mujeres me hablan de su padre y no sacan la relación con su madre a relucir o está en el vacío porque o es muy dolorosa o es muy ambivalente”, detalló.
De acuerdo con la psicóloga, es necesario hacer un esfuerzo extra por sacar del tabú o el silencio ese vínculo, independientemente si detrás hay una óptica feminista o no, porque desde el momento en el que se habla de esa relación se empieza a sanar.
Así, hablar de la madre, aseguró Torres, permite también modificar la relación que tenemos con otras mujeres. Ello es así porque ese es el primer vínculo que tenemos con las mujeres en el mundo y, en ese primer momento, es la representación de todas. Por ello, la forma en la que nos vinculamos con nuestra madre es la forma en la que en el futuro nos relacionaremos con otras mujeres y, en la medida en que revisemos ese vínculo, podemos renovar nuestras relaciones con las demás, explicó Marisol.
La psicóloga analizó que cuando revisamos esa relación; es decir, cómo es, lo que significa en nuestras vidas, la condición social de esa mujer-madre etc, también podemos cambiar los referentes simbólicos de las culturas patriarcales y podremos dejar de significar el mundo atraves del padre.
“La relación con la madre es ambivalente porque no tenemos antecedentes ni pautas de comportamiento de cómo acercarnos a esta mujer, porque todo tiene que ver con el padre. Y vivimos una maternidad patriarcal también, las mujeres nos aprendimos a vincular de esa manera”, reconoció.
Una pista fundamental para entender esto fue la teoría de la lingüista, filósofa y psicoanalista Luce Irigaray (representante también del feminismo de la diferencia), quien escribió que la relación con nuestras madres “permanece en la sombra de nuestra cultura, es sus noches y sus infiernos (…) y si actualmente existe una polarización sobre los temas de la concepción y del aborto, ¿no será para escapar una vez más a la pregunta sobre qué ha sido de la relación imaginaria y simbólica con la madre, con la mujer madre; qué ha sido de esta mujer más allá de su papel social y material reproductora de crianza, de nodriza, de reproductora de fuerza de trabajo?”
“El deseo de ella es lo que viene a prohibir la ley del padre, de todos los padres. Padres de familia, padres de naciones, padres- médicos, padres- curas, padres- profesores. Morales o inmorales, siempre intervienen para censurar, rechazar, con todo el buen sentido y la buena salud, el deseo de la madre (…) Intentemos descubrir también la singularidad de nuestro amor hacia otras mujeres (…) Este amor es necesario para no seguir siendo servidoras del culto fálico, u objeto de uso e intercambio entre los hombres, objetos rivales en el mercado, situación en la que nos han puesto a todas”, analizó Irigaray.
Otras feministas psicólogas, como Victoria Sau, coinciden en que “la diada madre-hija fue separada, prohibida, rota a partir del matricidio original y el inicio del tabú del incesto a favor del sexo masculino”; por ejemplo, la teóloga Marcela Bosch escribió que “lo cierto es que la relación entre madres e hijas se convierte en el espacio menos cultivado de la sociedad. La madre no es reconocida como sujeto y la hija, a su vez, tampoco lo es. Ambas deambulan buscándose, perdidas en la cultura entre-varones, se cruzan sin mirarse siquiera, mientras corren presurosas a atenderlos.”
De acuerdo con Marisol Torres, en la enseñanza convencional de la psicología existen varias teorías que explican la relación de una mujer con su madre desde una visión misógina que no mira a las madres como seres humanas, en su condición social, sino como “mujeres-pechos”.
Desde el feminismo, dijo la psicóloga, es importante revisar esta relación porque tiene que ver con el autoconocimiento, revisar cómo opera el heteropatriarcado dentro y no sólo fuera de una, ya que desde su punto de vista, algo que ha caracterizado a las feministas actuales es que son críticas muy duras para analizar en contexto social pero no así para mirar hacia dentro de una y descubrir cómo ese sistema y la violencia que produce ha calado profundamente en cada una desde que eran niñas.
Por ejemplo, explicó Marisol, “la psicología desde el feminismo revisa la espiritualidad que, de alguna manera, desemboca en la revisión de la relación con la madre porque por medio de las mujeres se nos ha transmitido los ritos, el saber confiar, el cuidado de nuestro cuerpo, la sexualidad. La espiritualidad es una forma de acercamiento colectivo entre mujeres, es una forma más de poder encontrarnos. Creo que hay una espiritualidad feminista que ha sido subsumida, que ha sido borrada por la religión”.
Para Torres, la revisión de la relación con la madre es un puntal muy importante del autoconocimiento que permite mirar la misoginia de las mujeres hacia otras mujeres. Esto es así porque la relación con las madres muchas veces es conflictiva o ambivalente por el tipo de mensajes con los que educan a sus hijas. Por ejemplo, por un lado, las madres les dicen a sus hijas que se casen y por otro lado les dice que no lo hagan tan jóvenes.
Por ejemplo, muchas mujeres miran con admiración a sus madres, y se relacionan desde ahí con otras mujeres, y muchas otras cuya relación con la madre reproduce con las demás. Torres advirtió que revisar este vínculo no significa necesariamente sostener una relación entre madre e hija, ya que hay casos en los que la violencia o el conflicto llega a ser tan grande que no podrán resolverse. Sin embargo, es importante ser conscientes de esa relación para no repetir las pautas de violencia con las otras mujeres.