Por María Luisa Sánchez Camacho
Venía un macho agrediendo a una mujer
Muy envalentonado no la dejaba ser
La perseguía por la calle
Gritándole y silbándole
De pronto se le apareció la Muerte
Con un espray pimienta y un taser
Le metió dos toques al agresor
Que muy cobardemente corrió
Pero de la Muerte nadie escapa
Así que la huesuda le puso una trampa
El fulano cayó, como se esperaba
Y nadie supo, porque nadie lo extrañaba