Análisis

[Artículo] Nombrar la violencia heterosexualizante en el consultorio psicoterapéutico

Por Patricia Karina Vergara Sánchez

Uso la palabra “violencia” para expresar el abuso de poder que tiene como finalidad la imposición o el sometimiento. Cuando la imposición deviene de las instituciones creadas por una sociedad, entonces, esta violencia es política.

En las líneas siguientes pretendo comenzar el ejercicio de dar cuenta de algunas de las prácticas heterosexualizantes que ocurren en espacios de atención a la salud mental. Si bien generalmente son actos discriminatorios —cuestionamientos inapropiados, tratos despectivos, invisibilizaciones, ruptura de la confidencialidad y otros—, es necesario pasar de la mera denuncia de sucesos que en la intimidad del consultorio  parecieran fortuitos, a reconocer cómo la persona que realiza el acto encarna, además, un sistema dado, cuya finalidad es someter o imponer a las personas, con implicaciones específicas para las mujeres, hacia una naturalización de una forma de vida esperada: la heterosexualidad como régimen. Wittig (2006) pasa de pensar en la heterosexualidad como un hecho incuestionable, dado en el deseo de las personas, a reconocer la construcción social de ésta y muestra que existe una estructura de la cual devienen una serie de instituciones, procedimientos y valores que sustentan el poder de la heterosexualidad normando y controlando las sociedades contemporáneas y que, por lo tanto, el poder de la heterosexualidad es político.

Ante ello, éste es un momento histórico adecuado para comenzar a reconocer y a nombrar la dimensión política de las violencias que pueden ocurrir en los espacios de salud mental, pues se ha desarrollado ya un bagaje teórico que nos permite un análisis profundo. “Cada tiempo necesita su psicoterapia”, escribe Frankl en su obra Ante el vacío existencial. Esta consigna es de particular interés cuando hoy que, desde las corrientes más críticas, tanto en ámbitos académicos como en movimientos sociales, el pensamiento hegemónico del sistema mundo patriarcal se cuestiona hasta sus cimientos. En el marco de esta transformación mundial, es indispensable preguntarse y hacer propuestas sobre cuál es la psicoterapia que el devenir contemporáneo está requiriendo.

Parto por establecer que, cuando me refiero al cuestionamiento del sistema mundo patriarcal, estoy hablando de las resistencias ante el complejo entramado capitalismo, racismo, adultocentrismo, capacitismo, división sexual del trabajo y heterosexualidad obligatoria, por lo menos (Vergara, 2022).

Este sistema actúa directamente sobre cada una de las personas que habitan en él, delimita sus experiencias, oportunidades educativas, económicas y sociales; determina[1] sus modos de vida, procesos de salud-enfermedad y la forma en que son atendidas; por supuesto, también me estoy refiriendo a los procesos que atañen la salud mental de las personas y a la determinación de esta salud, ¿de qué padecen aquellos con más privilegio económico? ¿De qué padecen las personas en precariedad? ¿Qué atención recibe la clase privilegiada? ¿Qué tipo de atención recibe quien no vive en el privilegio? ¿De qué forma el color de piel afecta en el acceso a los cuidados en salud mental? Ser hombre o mujer implica buscar o no, encontrar o no, esa atención. Por ejemplo, es necesario mirar cómo significa una condena al padecimiento para las más precarizadas el que una sola caja de pastillas para tratamiento psiquiátrico cueste el salario de una semana de trabajo.

Todo lo anterior, contextualizado en un país como México donde, desde la década de los 80, ha aumentado la demanda por servicios para atender trastornos mentales y el consumo de sustancias, pese a lo cual México nunca ha invertido más del 2% del presupuesto de salud para salud mental, cuando la recomendación internacional es destinar del 5 a 10% para este rubro. En 2021 ese 2% equivalió a 3,031 millones de pesos —de acuerdo con el Centro de Investigación Económica y Presupuestaria—, mismos que absorbieron, casi por completo, los hospitales psiquiátricos.

Es por todo ello que un pensamiento crítico desde la psicología y la psicoterapia, enunciado/situado desde una realidad como la de quienes habitamos en Abya Yala,[2] tendría que poder tomar la complejidad que la demanda que los grupos o sectores divergentes al sujeto universal de la modernidad —Postigo (2007: 181) se refiere al hombre, blanco, heterosexual y yo agrego: con privilegios de clase—, para comenzar a construir respuestas en las áreas que aún tienen tantas vetas por explorar.

Dos aspectos que ya han sido abordados de estos pendientes van, por una parte, desde la medicina social, la salud colectiva y la antropología médica crítica; campos y disciplinas científicas que han señalado la conformación clasista, racista y etnocentrista, entre otras características, de la medicina hegemónica[3]. En México, identifico la propuesta psicológica y psicoterapéutica de la praxis de Eduardo Murueta (2014), quien apuesta por una psicología latinoamericanista que responda a las realidades concretas de las personas situadas en esta parte del mundo, con énfasis en las condiciones políticas y sociales de los sujetos y la posibilidad terapéutica de incidir desde los consultorios en estas condiciones.

Por otra parte, en décadas recientes, la mirada androcéntrica del saber médico dominante ha sido confrontada por investigadoras feministas, quienes se ocupan críticamente de la medicina patriarcal y proponen otras formas de atención al igual que la revisión de la calidad de la atención a las mujeres. Distintas corrientes de pensamiento feminista ya han colocado a las mujeres mismas como sujetas de atención válidas (Salas, 2001; Cavenari, 2017, Yáñez, 2017).  En ese sentido, también hay autoras que vienen proponiendo psicoterapias feministas que respondan a las realidades de las mujeres ante el sistema mundo patriarcal. Entre las pioneras, Karen Horney, desde la década de los 30; los grupos de feminismo radical, en las décadas de los 60 y 70; los grupos de autoconciencia feminista; la incidencia feminista que dio lugar a la División 35 de la APA, entre otras interpelaciones de las mujeres que se autodefinieron como sujetas de atención y se reconocieron como creadoras de estrategias y propuestas teóricas para la salud mental. Mención especial para las contribuciones del “feminismo loco” de ex padecientes de la atención psiquiátrica que propusieron opciones para la salud mental contemporánea, con base en el apoyo mutuo entre mujeres y la recuperación del activismo feminista como expresión de bienestar y autocuidado (Castillo, 2019).

Sin embargo, como se había ya adelantado, uno de los rubros que aún está pendiente de atender, desde una postura crítica en psicología y en psicoterapia, es el cuestionamiento al régimen heterosexual y a la heterosexualidad obligatoria[4] y su impacto en la construcción de la configuración psíquica de las mujeres, así como su posible relación con los padecimientos mentales de las mismas. En ese mismo sentido, es necesario analizar cómo se construyen la psicología y la psicoterapia dentro del binomio del Modelo Médico Hegemónico/Régimen Heterosexual[5] (Vergara, 2013), desde la forma en que se concibe el estudio de la psique, los modelos y técnicas de intervención e, incluso, la posible naturalización de la o el psicoterapeuta respecto a este régimen político.

Es por ello que parto del continuum crítico ya descrito y desde éste me propongo aportar, pues es un aspecto poco estudiado, a la caracterización del modelo médico hegemónico en el área de atención a la salud psicológica, para evidenciar su dimensión heterocentrada[6] y planteo, en forma concatenada, que es un pilar que refuerza y es alimentado por el régimen político de la heterosexualidad y, por consiguiente, es una eficaz herramienta para la imposición de la heterosexualidad obligatoria en la psique, los cuerpos y en las vidas de las mujeres.

Para ser más concreta, lo que estoy exponiendo es que cuando una mujer llega a un consultorio de atención a la salud mental, es muy probable que desde el contacto inicial se manifieste en su atención el BMMH/RH, indistintamente de la corriente, escuela o enfoque que siga el o la profesional de la salud mental, pues todas las propuestas de atención devienen de este régimen debido a que, tanto hombres como mujeres terapeutas, hemos construido nuestra comprensión del mundo dentro de él. En este sentido, es importante señalar cuánto de la curricula explícita y cuánto de la curricula oculta durante nuestras formaciones es heterosexualizante de nuestras ideas y cómo, incluso dichos misóginos, se naturalizan en esas narrativas.

Por ello, el nombrado binomio se manifestará en múltiples aspectos de la consulta: desde las entrevistas clínicas; la forma en que se asume qué son o deben ser las relaciones de pareja; para qué son los cuerpos de las mujeres; cómo “deben” configurarse los sistemas familiares, las relaciones entre hombres y mujeres; cuál es el papel del padre y cuál es el papel de la madre; la maternidad o la obligatoriedad de la maternidad; el deber ser en servicios y cuidado; la sexualidad, hasta la concepción de la masculinidad o de la feminidad.

Esta construcción heterosexualizada de la psicología y de la consulta psicoterapéutica tiene posibles afectaciones contra las mujeres a las que va dirigida. Afectaciones en el sentido de que marca el horizonte del proceso psicoterapéutico, pero también en el sentido de la afectación que causa la violencia que es el ejercicio de imponerse, de forma consciente o inconsciente, desde encarnar la voz del RH y de la HO con la autoridad que se confiere al o la especialista, hasta externar o imponer miradas sancionadoras sobre quien consulta.

Para mostrar este punto, en el presente artículo me propongo compartir algunos testimonios que fueron consignados en anonimato, los cuales recabé de cinco mujeres lesbianas y cinco mujeres que se declaraban en heterosexualidad. Todas entre los 30 y 50 años —aunque también incluyo un comentario que refiere a una niña de 10 años—. Se trata de 10 mujeres mexicanas que, a convocatoria explícita, declaraban haber padecido tratos de una atención heterosexualizante en consultorios de atención a salud mental. Algunas de las situaciones que plantearon fueron las siguientes:

  1. En su aspecto más evidente, es necesario visibilizar el estigma, la desinformación y la discriminación posible en el consultorio sobre quienes desobedecen la heterosexualidad, pues cuando una mujer lesbiana o que cuestiona su heterosexualidad requiere atención psicoterapéutica, ocurre que la atención resulta inadecuada para sus necesidades y puede llegar a resultar violenta.

Incluso, hay un temor colectivo, temor fundado, en las comunidades lésbicas sobre la probabilidad de recibir maltrato lesbofóbico o de lesboodio en los consultorios. Este desencuentro entre la atención ofrecida y la atención requerida por las lesbianas como sujetos protagonistas de la consulta tiene por consecuencias que las lesbianas se alejen o se mantengan alejadas de los espacios de atención a la salud mental, lo cual las deja en mayor vulnerabilidad y sin tratamiento.

Algunas de las manifestaciones de las consultas heterosexualizantes más evidentes recabadas:

  1. Invisibilización o naturalización de las violaciones correctivas

Una mujer que había vivido en pareja heterosexual se enamoró de otra mujer y, cuando decidió dejar al marido, éste la violó. Lo anterior ocurrió en CDMX; la especialista que le daba escucha minimizó la situación y expresó mayor preocupación por el hombre “traicionado”, la culpabilizó por traicionarlo y la revictimizó.[7]

Otra señaló: “Le conté que mi hermano metió sus dedos en mi vagina mientras me pegaba y reclamaba por ser lesbiana y él psicólogo lo ignoró, sólo preguntó qué había dicho mi mamá cuando se enteró”.

  1. Obstáculos para el reconocimiento lésbico

(Obstaculizar el reconocimiento se refiere a que las mujeres ponían en la mesa sus dudas sobre su heterosexualidad, pues iban reconociendo su potencia lésbica, sin embargo, sus respectivos y respectivas terapeutas trataban de invisibilizar, negar esas dudas o, francamente, trataban convencerlas de su heterosexualidad, lo cual causaba en las mujeres culpa, confusión, desasosiego y las mantenía en relaciones insatisfactorias. Esto retrasó, por años, el propio proceso de autodescubrimiento).

“Yo tengo una experiencia terrible en terapia. Cuando le comenté a mi ex psicóloga que me gustaban las mujeres, ella me trató de convencer de que realmente lo que sentía era admiración y que yo era heterosexual. Me dijo que a veces confundimos el “gustar” con el «quiero ser como ella”.

“Porque todos los datos que usted me da, pues puede ser que usted esté confundida y como recibió mucho maltrato, pues es lógico que, si llega una persona cariñosa y la trata mejor que su esposo, pues por eso usted se sintió mejor y crea que usted es…”.

“Porque dentro de todo su cuestionario buscaba sembrarme la duda de cómo podría ser lesbiana, qué me llevaba a serlo si nunca me había permitido compartirme con un hombre… Bien rara la señora”.

“Me decía que esto era un camino como del héroe y que sólo era la prueba divina que yo elegí para direccionar mi energía femenina. Me dio a entender que era una patología ser lesbiana. Que tenía que cambiar y que tenía que ver con los traumas de toda mi historia familiar que se había codificado para que yo sanara mi linaje. Comenté algo de las viudez y divorcio de mis mujeres y dijo que esa necesidad de protección las había convertido en mujeres con energía masculina que habían enfrentado un mundo hostil con la falta de una pareja hombre, por eso yo no podía ser normal”.

“Cuando yo muchas, pero muchas, eh, veces le dije que la verdad estaba cansada de la heterosexualidad y prefería poder explorar mi parte lésbica, que estuvo muchas veces aplastada por mi condicionamiento heterosexual, por esta imposición, y, bueno, ella como que no captaba esa parte… esto me ocurrió el año pasado, desde octubre hasta ahora también, solo que, bueno, dejé de mencionar el tema en mi terapia porque ella me insiste en que siga siendo hetero. Sólo menciona a los varones, me heterosexualiza, digamos. Eso me ocurre a nivel imposición, no le paso cabida pero bueno, es incómodo no poder expresar al 100 mi parte lésbica. Tardé muchos años en poder ver lo que me pasa con las demás mujeres y no quiero ir hacia atrás en mi crecimiento personal; siento que por fin puedo liberarme sexualmente como nunca antes”.

  • Morbo

“Las preguntas que me hacía eran bastante incómodas respecto a si yo era ‘pasiva o activa’…Total que, a la tercera sesión, me empieza a cuestionar cómo aprendí a ser lesbiana, cómo sé que realmente me gustan las mujeres, cómo le hacía para tener sexo con una mujer y más cosas así”.

  1. Trato despectivo

“Para esto la psicóloga estaba dando su servicio en la Cruz Roja, al ir contando que yo estaba casada y que estaba muy emocionada con una mujer, recuerdo muy claro la cara de ella. Cómo se desfiguraba y sus ojos tan sorprendidos me hacían sentir acusada de un delito, me sentí en delito por hablar abiertamente de una relación entre mujeres y creer que ella lo podría entender.”

“Una ocasión estaba en el centro y de pronto vi a esta psicóloga y recuerdo que ella me sonrió obligada y su mirada fue de repudio”.

“Desde ese inicio y las siguientes terapias era lo mismo, me sentía observada y juzgada, pocas veces dijo algo y siempre eran preguntas acerca de la relación con aquella mujer y que si me sentía arrepentida o en algún momento lo iba a reflexionar y continuar con mi camino”.

Ante la ocurrencia constante de estos desencuentros en la consulta pscioterapéutica –y en dictámenes, peritajes y diseños de intervenciones en situaciones colectivas e individuales que requieren su propio espacio de abordaje-, en un primer acercamiento o reconocimiento de las consecuencias respecto al rechazo y trato inadecuado en espacios de atención a la salud mental, hay activistas y especialistas que, generalmente desde posicionamientos lésbicos o de la diversidad sexual, proponen talleres, sensibilizaciones, consultorios específicos, campañas contra la discriminación, incluso legislaciones o normas disciplinares para quienes hacen psicología o ejercen la psicoterapia. Siguiendo ese orden de ideas, cabe preguntarse si la construcción de una consulta heterosexualizante desde la medicina hegemónica es subsanable con ejercicios de inclusión-sensibilización, como lo han propuesto algunas consultas privadas y las reivindicaciones de colectivos LGBT pues, si bien tienen un lugar de paliativo del problema, también cumplen la función de construir los imaginarios de la “diferencia”, determinar cuáles son los espacios para lo diverso, dejando establecido el binomio de la normalidad/anormalidad, que refuerza al propio RH, en tanto construye lo que es el otro (la otra).

Esa discusión pendiente también se entrelaza con la implicación económica del problema, pues los servicios de salud pública son de presupuestos cada vez más recortados en las políticas nacionales: la inversión pública en salud mental es ínfima y el servicio privado resulta incosteable para gran parte de la población. Trato de señalar el peligro de construir no un sujeto de atención, pero sí un nicho más de mercado, del mercado rosa[8] o del potente mercado cuir que capitaliza tan bien en este momento histórico y que, incluso gana curules para sus públicos meta. El diseño de una atención específica o sensibilizada en íntima relación con la voraz privatización actual de la salud mental, así como sus implicaciones clasistas y racistas respecto a tener que pagar, y quién puede pagar, una atención “especial”.

Esta reflexión toma mayor peso cuando se refiere a las mujeres, mujeres lesbianas en países del Abya Yala donde la pobreza se feminiza de forma alarmante y donde aquellas no heterosexuales, en general, tienen menor acceso, por razones de modos de andar por la vida[9], a educación formal y a disfrute de privilegios económicos.

Entonces, estos primeros esfuerzos de visibilización de la desobediencia a la heterosexualidad en los consultorios, si bien son importantes porque abren el panorama, no son suficientes cuando, si se escudriña, se puede reconocer que la heterosexualidad obligatoria y el régimen heterosexual tienen más aristas y que no son un tema simple del combate a la discriminación pues, desde la inquietud teórica que nos ocupa, podemos identificar que el mandato heterosexualizante incide en la consulta, incluso en las mujeres que no desobedecen, porque también padecen manifestaciones de la heterosexualidad obligatoria, es decir, que siguen la lógica de amor, servicio, lealtad, postergación y entrega de las mujeres hacia los hombres, así como se evidencian ciertas carencias de análisis contextual respecto a las condiciones sociales, económicas y culturales de las relaciones de los hombres respecto a las mujeres, lo cual puede dar lugar a intervenciones iatrogénicas.

  1. B) Aquí, los testimonios encontrados dan cuenta de:
  2. Perpetuación de una falsa idea de equidad en las relaciones heterosexuales que no considera las diferencias de poder a niveles estructurales.

“Siento que si hubiera hecho lo que la psicoterapeuta me sugirió (pagar 50 y 50% de los gastos), me hubiera colocado en una situación de más riesgo porque él ya tenía mucho poder sobre mí, con el económico, y sin poder ahorrar no me hubiera podido ir”.

“El psicólogo me decía que yo tenía que ser la esposa que mi esposo necesitaba, que eso salvaría mi matrimonio”.

“Justo siento que la intención de mi psicóloga no era perjudicarme, pero sí creo que la perspectiva heterosexual de las relaciones que pueden tener algunos procesos terapéuticos perpetúan la violencia que podemos estar viviendo algunas en aras de la «igualdad», imposible en las relaciones hetero”.

  1. Prejuicio, estigmatización y revictimización

“Mi niña (víctima de violencia sexual) tiene 10 años, sucedió en la CDMX, la atienden en la fiscalía con terapia pública y con terapia privada, pero ahí ya no la llevo porque la psicóloga me dijo que iba a intentar ayudarla para que no se volviera lesbiana y, la verdad, no me gusta que le hagan esos comentarios a mi pequeña. Y tampoco le estaba funcionando mucho”.

  • Perpetuación del mandato de vida en pareja heterosexual

“Obvio eso me hartó y al final lo abandoné (al psicólogo), pero fue muy molesto durante un tiempo darme cuenta de que todo iba encaminado a que yo debía tener una pareja hombre, casarme, tener hijos…”

“En el 2021 en CDMX estaba en un proceso terapéutico hablando de lo incómoda, incomprendida, invisible y usada que me sentía en una relación con un hombre mucho mayor que yo y la psicóloga me sugirió que, tal vez, yo debía esforzarme más por mantener el interés de él. Me sentí muy enojada y desencajada. No entendí porque me decía eso, afortunadamente dejé ese acompañamiento”.

  1. Cuestionamiento de la elección sobre el propio cuerpo

“Tuve un embarazo no deseado y decidí abortar y el terapeuta se enojó, porque no lo analizamos antes de hacerlo y yo pensé que él pensó en hacerme desistir del aborto”.

  1. Plantear la vida de las mujeres como incompleta por la ausencia de un hombre

“Mucho tiempo estuve cargando con tristezas y culpas impuestas porque, aunque no tuve una figura paterna no significa que la sociedad y la misma psicóloga que me atendía no me la reforzaran, también era el motivo perfecto para concluir que mis relaciones con hombres no funcionaban porque no les daba lugar a los hombres en mi vida por la falta de figura paterna y porque me criaron mi madre y mi abuela, a veces también mis tías”.

  1. Misoginia en el papel de la interpretación de las mujeres en la vida de las mujeres

“También noté, ya mirando en perspectiva, que en ese espacio terapéutico jamás hubo interés de la psicóloga de abordar qué era lo que realmente había pasado con mi exnovio, aunque yo abriera el tema en diversas ocasiones. Ahora ya puedo ver que eran las dinámicas de la heterosexualidad obligatoria lo que me mantuvo ahí, pero en su momento fue muy confuso que la relación violenta se dejara de lado para buscar en otras mujeres una culpable. Como si al final del día la violencia de las relaciones heterosexuales fuera algo esperable y a nosotras no nos quedara más que cuidarnos la espalda constantemente”.

“Hablaban despectivamente de un matriarcado en mi linaje y remarcaban que esa era la fuente de mis desgracias. Porque las mujeres de mi familia tampoco sabían darles el lugar a los hombres en su vida. Y más discursos así de retorcidos que claramente impactó en mi forma de relacionarme con ellas y ellos en esos tiempos”.

“A pesar de todo el daño que había ocasionado en mí este sujeto, la terapeuta insistía e insistía en que toda la violencia de los hombres que había recibido estaba directamente relacionada con la manera en la que mi madre me había criado y nuestra relación. No importaba qué tanto yo quería desenmarañar lo que la violencia de los hombres había ocasionado en mí, la terapeuta regresaba el tema hacia mi madre y yo no entendía por qué. Al final del día, por mucha socialización que yo hubiera pasado, de mi madre o no, fue mi exnovio quien me dañó y no las mujeres de mi vida”.

Muy probablemente si se continuara y profundizara el ejercicio de entrevistas, del cual no muestro más que un esbozo, se recolectarían más y diversas manifestaciones del régimen heterosexual en los consultorios en los procesos de las mujeres.

Es así como se comienza a sustentar la premisa expuesta en las primeras líneas de este documento: al ser producto del binomio MMH/RH, en realidad, lo que ocurre en el consultorio es una violencia que obedece a un fenómeno de dimensiones políticas, disciplinantes de los cuerpos y las vidas de las mujeres.

La teoría lesbofeminista explica, desde una mirada materialista, que la heterosexualidad es un régimen político que sirve para crear modos de vida que asignan a los hombres y a las mujeres funciones económicas de índole productiva y reproductiva que mantienen el orden social establecido. Cuando se aplica este análisis a las instituciones sociales concretas, es posible observar la dimensión estructural del fenómeno. En el caso de la psicología y la psicoterapia hegemónicas, construidas bajo este régimen, implica mostrar que están atravesadas por sus mandatos y, por lo tanto, la atención que se puede ofrecer obedece a la necesidad del sistema mundo patriarcal de la construcción de sujetos que cumplan las funciones que mantendrán el orden político-económico, es decir, que alguien llevará a cabo el trabajo productivo y alguien, aquellas con vulva presente, el reproductivo[10] como trabajo principalmente asignado, pero no excluyente de del trabajo productivo, y que los cuerpos-trabajo de las mujeres sigan cumpliendo la función que les ha sido conferida: que siga perpetuando la continuidad del sistema.

Lo mismo ocurre con la idea de la inclusión “progre” de la diversidad que es aceptada y abrazada: mientras sea una recuperación del equilibrio homeostático del sistema mismo, es decir, es una mera adaptación. Mientras alguien lleve a cabo el trabajo productivo y obtenga las prebendas del sistema, cualquiera que sea el aspecto que tenga y las mujeres sigan cumpliendo la función en torno a su presunta capacidad paridora[11] y se pueda seguir explotando su sexualidad y se puedan seguir extrayendo los productos de su cuerpo hijos-trabajo, cualquiera que sea la orientación sexual o “expresión de género” que enuncie.

Por todo lo anterior, es urgente la construcción de propuestas de psicología y de psicoterapia emancipatorias para las mujeres, para lo cual es indispensable comenzar a develar cómo actúan el RH y la HO en la dinámica de la consulta. Lanzo, en consecuencia, a otras mujeres lesbianas usuarias, consultantes, pacientes-impacientes, psicólogas, psicoterapeutas o psicólogas-psicoterapeutas, esta provocación para discutir y proponer estrategias respecto al papel heterosexualizante de las atenciones existentes hoy en salud mental.

 

REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS:

Angulo Menassé, A., Granados Cosme, J. A. y González Rodríguez, M. M. (2014). Experiencias de familias homoparentales con profesionales de la psicología en México, Distrito Federal. Una aproximación cualitativa, Cuicuilco, 59, 211-236.

Asociación Americana de Psicología. (2015). Guías para la práctica psicológica con personas transgénero y personas no conformes con el género. Whashington: APA.

Builes Correa, M. V., Anderson Gómez, M. T. y Arango Arbeláez, B. H.  (2017). Devenir otro: transformaciones del terapeuta que atiende a parejas lesbianas y gais. Revista colombiana de psiquiatría, 46(1), 12–21.

Canevari, M.C. (2017). Las prácticas médicas y la subalternización de las mujeres: derechos, autonomía y violencia (Tesis de doctorado). Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires. Argentina.

Canguilhem, G. (1978). Lo normal y lo patológico. México: Siglo XXI Editores.

Castillo Parada, T. (2019). De la locura feminista al “feminismo loco”: Hacia una transformación de las políticas de género en la salud mental contemporánea. Investigaciones Feministas, 10 (2), 399- 416.

Esteban Reyes, C., González-Rivera, J. A. y Francia-Martínez, M. (2021). Análisis psicométrico preliminar de la escala de actitudes percibidas en terapia hacia personas lesbianas, gays y bisexuales. Informes Psicológicos, 21(2), 145-160.

Federici, S.(2012). “La cadena de montaje empieza en la cocina, en el lavabo, en nuestros cuerpos”. La Hiedra (Entrevista). Recuperado de http://www.rebelion.org/noticia.php?id=159072

Frankl, V. (1990). Ante el vacío existencial. Barcelona: Herder.

Gómez, M. M. (2007). Violencia, homofobia y psicoanálisis: Entre lo secreto y lo público. Revista de Estudios Sociales, 28, 72-85.

Gómez Lamont, M. F. (2016). Homofobia y suicidio: 6 sesiones de intervención en crisis en juventudes homosexuales. Revista Electrónica de Psicología Iztacala. 19(1). Recuperado de https://revistas.unam.mx/index.php/repi/article/view/54902

Menéndez E. L. (1989). Modelo Médico Hegemónico y Atención Primaria. Ponencia. Segundas jornadas de atención primaria de la salud. Organizadas por la Asociación de Médicos Residentes del Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez y Comisión Argentina de Residentes del Equipo de Salud realizadas del 30 de abril al 7 de mayo de 1988. Buenos aires, Argentina. Recuperado de: https://www.psi.uba.ar/academica/carrerasdegrado/psicologia/sitios_catedras/electivas/816_rol_psicologo/material/unidad2/obligatoria/modelo_medico.pdf

Méndez Méndez, J. S. (2023). Presupuesto para la salud mental, un derecho humano universal. Centro de investigación económica y presupuestaria. Recuperado de https://ciep.mx/vhAE

Murueta, M. E. (2014). Psicología. Teoría de la Praxis. (t. I. Conceptos básicos). México: Asociación Mexicana de Alternativas en Psicología.

Organización Panamericana de la Salud (2024). Determinantes sociales de la salud. Recuperado de  https://www.paho.org/es/temas/determinantes-sociales-salud#:~:text=La%20Organizaci%C3%B3n%20Mundial%20de%20la,condiciones%20de%20la%20vida%20cotidiana%22

Peláez Lozano, M. S., Lozada Páez, M., y Olano Duque, N. (2013). Re-conocer los pasos, retos para el futuro: la investigación en psicología humanista. Psicología desde el Caribe, 30 (2), 416-448.

Rich, A. (1985). No encuetro la traducción a la que te refieres. Puedo pasarme a ésta que trae el chisme completo https://we.riseup.net/assets/168528/AR-heterosexualidadoyel.pdf ?

Riveros Aedo, E. (2014). La psicología humanista: sus orígenes y su significado en el mundo de la psicoterapia a medio siglo de existencia. Ajayu, 12(2),135-186.

Salas Valenzuela, M. (2001). Calidad de la atención con perspectiva de género: Apuntes desde la sociedad civil. México: Plaza y Valdés/Salud Integral para la Mujer­­­­­­­­­.  (Es una compilación, si te refieres a un capítulo en particular, habría que señalarlo)

Vázquez Rivera, M., Esteban, C. y Toro-Alfonso, J. (2018). Hacia una psicología libre de paños tibios: actitudes, prejuicio y distancia social de psicoterapeutas hacia gays y lesbianas. Perspectivas en Psicología, 15(1), 17-30.

Vergara Sánchez, P. K. (2013). El viaje de las invisibles. Manifestaciones del Régimen Heterosexual en experiencias de mujeres lesbianas en consultas ginecológicas. México.Universidad Autónoma Metropolitana

Vergara Sánchez, P. K. (2015). Sin heterosexualidad obligatoria no hay capitalismo. México: Ovarimonia. Recuperado de: http://ovarimonia.blogspot.com/2015/09/ sin-heterosexualidad-obligatoria-no-hay.html

Vergara Sánchez, P. K. (2022). Siwapajti: Medicina de mujer. Memoria y teoría de mujeres. México: Eterno Femenino.

Wittig, M. (2006). No se nace mujer: El pensamiento heterosexual y otros ensayos. Madrid: Egales.

Yañez, S. S. (2016) De cómo las instituciones de salud pública regulan las experiencias de embarazo, parto y puerperio… y de lo que resta (Mendoza, 2001 – 2013). (Tesis de doctorado- Inédita) Doctorado en antropología. Universidad de Buenos Aires. Argentina

 

NOTAS: 

[1] De acuerdo con la Organización Panamericana de la Salud (2024), los Determinantes Sociales de la Salud (DSS) son «las circunstancias en que las personas nacen crecen, trabajan, viven y envejecen, incluido el conjunto más amplio de fuerzas y sistemas que influyen sobre las condiciones de la vida cotidiana». Estas fuerzas y sistemas incluyen políticas y sistemas económicos, programas de desarrollo, normas y políticas sociales y sistemas políticos. Las condiciones anteriores pueden ser altamente diferentes para varios subgrupos de una población y pueden dar lugar a diferencias en los resultados en materia de salud.

[2] Utilizo la denominación ‘Abya Yala’ para referirme al territorio que, tras la llegada de los europeos, fue nombrado ‘América’ por los colonizadores.

[3] El Modelo Médico Hegemónico es una construcción teórica de L. E. Menéndez (1988) para el análisis de la medicina con relación a otras prácticas en salud a las cuales subalterniza, dicho análisis se desarrolla en varios niveles de abstracción y supone detectar una serie de rasgos considerados como estructurales, primando entre ellos el biologismo.

[4] Heterosexualidad obligatoria, es la institución patriarcal que por medio de mecanismos de disciplinamiento y control naturaliza la heterosexualidad como “deseo” para asegurar la lealtad y sumisión emocional y erótica de las mujeres respecto a los varones (Rich, 1985: 11) y agrego: con el fin de mantener los sistemas económicos y políticos que en esta lealtad y servicio se sostienen.

[5] Cuando caracterizo el binomio Modelo Médico Hegemónico/Régimen Heterosexual (MMH/RH), me refiero a que el poder político de la heterosexualidad dicta las relaciones sociales en la actualidad y cuando se articula/vincula con el modelo hegemónico de atención a la salud tiene por consecuencia que la atención a la salud se diseña y ejerce a partir de concebir a las personas sólo en la posibilidad de la heterosexualidad. En particular, es eficaz para imponer la heterosexualidad obligatoria a las mujeres (HO) cuando se trata de la salud de las mujeres. Por ejemplo, explorando sus cuerpos a partir de la posibilidad reproductiva o del ejercicio coital.

A pesar de que en 1973 se eliminó la homosexualidad del Diagnóstico y Manual de Desórdenes Mentales de la Asociación Americana de Psiquiatría (DSM),  y de que en 1990 la Organización Mundial de la Salud la retiró de su lista de trastornos mentales; 35 años después, cuando se interpela a la medicina hegemónica en su área de atención a la salud mental: psiquiatría, psicología y psicoterapia, aun se encuentran múltiples experiencias que implican que no se ha dejado de patologizar la disidencia a la heterosexualidad y, más aún, pueden resultar constantemente disciplinantes hacia los mandatos del RH y, en particular de la HO sobre las mujeres.La caracterización de un binomio MMH/RH abre múltiples líneas de posible indagación que pueden ir desde la forma en que los procesos generados por este binomio condicionan el acceso a los sistemas de salud, las prácticas concretas o cómo se da la construcción de los conceptos y categorías usados o el desarrollo de la investigación científica desde las heteroconcepciones y muchas otras.

Igualmente, se proporciona una posibilidad de concebir la interacción entre el RH, la HO y los modelos educativos, el sistema jurídico, los diseños de políticas públicas, políticas deportivas, medios de comunicación y casi cualquier ámbito de la actividad humana. La apuesta es por una provocación conceptual que ejercite la visibilización de la construcción de la idea de que es natural lo que en realidad es una imposición política.

[6] Me refiero a una base heterosexual en sus propios principios generadores de enfoques, planteamientos teóricos y políticos, así como sus derivaciones prácticas, es decir, formas de pensar la salud, problematizarla, generar conocimiento sobre ella y atenderla.

[7] *He decidido no transcribir de forma textual por lo doloroso de este testimonio.

[8] Industria floreciente de negocios que se dirigen específicamente a la comunidad LGBT que puede pagarlo, dejando de lado a quienes pertenecen a la misma comunidad, pero ocupan un lugar no privilegiado de clase.

[9] Canguilhem (1978), indicó que los modos de andar por la vida se entienden por los cambios en las condiciones, sean ecológicas o culturales, que se dan en un momento dado, pero que pueden ser diferentes para los sujetos.

[10] Concepto desarrollado por feministas cercanas al materialismo histórico que exploran la forma en que el trabajo de las mujeres es apropiado de forma colectiva, pero también individual. Este trabajo es indispensable para la reproducción social y se refiere a toda aquella labor que permite la cotidianidad humana, como la actividad del cuidado, la higiene, preparación de alimentos y tareas domésticas que es generalmente realizado por mujeres en diversos lugares del mundo, poco reconocido socialmente y que sin embargo resulta indispensable para la vida y para la producción y consumo. En palabras de Federici: “La cadena de montaje empieza en la cocina, en el lavabo, en nuestros cuerpos” (La Hiedra en 2012).

[11] Conceptualizo la “presunta capacidad paridora” refiriéndome a que sobre, prácticamente, todos los cuerpos que nacen con vulva, la lectura social presupone que tendrán la capacidad de engendrar y parir al crecer, por lo que socialmente se les proyecta el destino de madres. Se trata de cuerpos de mujer sobre los que desde la primera infancia se asignan cultural y físicamente tareas de cuidados y de servicios que sostienen gratuitamente al sistema político y económico patriarcal. Aún en el caso de que no pueda o no decida ejercer la capacidad paridora o que sus condiciones físicas, incluso el avance de la edad, le impidan hacerlo, igualmente, se le exigirá que cumpla los mandatos asignados a su cuerpo de mujer, sirviendo y cuidando, pues dichos mandatos fueron construidos sobre la presunción de la capacidad de parir, si no lo hace o no puede hacerlo, de todos modos, no puede librarse del resto de los mandatos de la socialización como mujer. (Vergara, 2015)

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

La Crítica