Por Ana Castillo, Marisol Larios y Libertad Rian /Colectiva Feminista las Impertinentes Guatemala
Guatemala, como muchos países de la región, es un territorio en donde prevalecen las relaciones sociales cimentadas bajo el sistema adultocéntrico, patriarcal, racista y capitalista-neoliberal. En este contexto tan complejo, hicimos una puesta en común sobre lo que significa el territorio cuerpo-tierra y la defensa y recuperación de este territorio desde una mirada joven feminista y urbanocéntrica, dado que muchas de nosotras interactuamos constantemente desde las ciudades donde convivimos, en ese marco construimos lo siguiente:
El territorio cuerpo-tierra, más allá de lo corpóreo y físico, también es un conjunto de sentires, percepciones y transmisiones. Es la conexión de nosotras con nuestro cuerpo, con nuestros ciclos. Son los estados de ánimo y las energías que manifestamos con los otros cuerpos y elementos que están en el territorio, en la naturaleza y en la Tierra, por ejemplo la conexión que podemos tener con nuestra menstruación y a la vez con la Luna, con los estados del Sol y las energías de las que nos influyen. Por ejemplo cuando les hablamos a las plantas ellas responden también a las energías equilibradas, solo si nosotras estamos equilibradas. Esta misma interacción nos da paso a construir territorios simbólicos como la historia que cada una va recorriendo y transformando, son todas nuestras reivindicaciones, interpretaciones de la vida, es la capacidad de crear identidades y de posicionarnos desde una postura política. Todo esto nos dota de capacidades para interactuar con otros cuerpos.
¿Pero de qué manera nos toca sobrevivir en un contexto tan complejo que no nos da posibilidades para vivir dignamente?
Pensamos que en este contexto misógino, racista y explotador, los territorios son concebidos como aquellos espacios que pueden ser intervenidos, violentados y apropiados por estructuras e instituciones simbólicas que funcionan con sus propios mecanismos, es decir, desde lo ideológico con los medios corporativos comunicacionales, desde lo político y legal mediante instituciones racistas y corruptas que mantienen en la impunidad los crímenes contra las mujeres y en lo cultural se legitiman prácticas consideradas naturales que solo agudizan las condiciones desiguales en las que vivimos.
Es por eso que defender y recuperar el territorio cuerpo-tierra desde nuestra condición de jóvenes, feministas urbanas con identidades sexuales y de pueblo diversa, resulta un poco complejo, porque muchas de nosotras no somos propietarias del lugar donde vivimos y en nuestras viviendas, que generalmente son arrendadas, no tenemos acceso a la tierra. Sin embargo, consideramos que para defender y recuperar nuestro territorio cuerpo-tierra hay varios niveles y espacios para hacerlo. Desde lo personal (que es político) reivindicamos la manera en la que deseamos vestirnos, sentarnos, expresarnos, mirar, tocarnos o bailar.
Defender nuestro territorio cuerpo-tierra significa construir espacios propios y seguros en los que podamos sentirnos tranquilas. Además es tomar decisiones con libertad de elegir el tiempo, la hora, el lugar, los espacios y las personas con quienes nos sentimos cómodas para compartir. Es construir relaciones con otras y establecer pactos de sororidad con nuestras madres, tías, hermanas, amigas y otras cercanas.
Las feministas hemos llenado de contenido las reivindicaciones y propuestas para construir una vida mejor para nosotras y las otras. Creemos profundamente que para construir otras condiciones, hay que seguir nombrando a la munda en claves feministas, es necesario conceptualizar y debatir desde nuestra experiencia y conocimiento. Hablar del territorio o los territorios, es hablar de un elemento de poder que ha servido para cohesionar a poblaciones, para generar identidades y sentido de apropiación colectiva y por las cuales se han manifestado resistencias.
En todas las disputas por los territorios, se coloca al centro, el cuerpo como un elemento que genera relaciones de poder y dominación con otros elementos, sobre todo el cuerpo construido social y culturalmente desde una lógica binaria como el cuerpo de las mujeres, dado que es la concepción que prevalece en nuestras sociedades heteronormativas y heteropatriarcales y desde donde generalmente hacemos las reivindicaciones.
¿Cómo las diferentes violencias han atravesado nuestros territorios cuerpo-tierra?
En la guerra, institución patriarcal por excelencia, es común la utilización de la violencia sexual como estrategia para la intervención de los territorios del bando enemigo. Así podemos citar el mestizaje como el resultado de la violencia sexual perpetrada a las ancestras y abuelas mayas durante la invasión de los españoles. Desde el feudalismo, pasando por la re-configuración del período colonial, hasta nuestra época se practicaba y practica el derecho de pernada, que consiste en otorgarle el derecho al dueño de la finca para acceder sexualmente al cuerpo de las mujeres que viven dentro de su tierra. Durante el conflicto armado en Guatemala, se practicó la violencia sexual como estrategia contrainsurgente, tal es el caso de las mujeres q’echi’ de Sepur Zarco que actualmente llevan un proceso legal para enjuiciar a militares responsables de los crímenes de lesa humanidad ocurridos en 1980 al 1982. Al igual que las mujeres de la comunidad Lote Ocho, fueron violadas sexualmente por trabajadores de la empresa de seguridad de la Compañía Guatemalteca de Niquel -CGN- en el año 2007 o el caso de las adolescentes de la Montaña de Xalapán, que un año después del estado de sitio en 2011, tuvieron hijos de padres soldados de los destacamentos que resguardaban a la empresa transnacional.
Para recuperar y defender nuestros territorios cuerpo-tierra, nos queda seguir hablando y denunciando pero sobre todo seguir recuperando la lucha y resistencia de las ancestras mayas, mestizas, xincas y afrodescendientes que no desmayan por construir otras mundas distintas, otras historias para las mujeres. Nos toca seguir caminando, agarrándonos de las manos de las hermanas, sintiendo nuestras percusiones uterinas y gritando para hacer vibrar las conciencias.
¡Ni una menos!