Nos conocemos desde la eternidad, quizá un poco más.
Mi respiración fue la misma que la tuya, y nuestros corazones se movían al tiempo y espacio.
Diste vida a mi cuerpa, y con ello perpetuaste la historia de las mujeres que nos precedieron.
Juntas fuimos y somos.
Caminamos, luchamos y vencimos.
Tus pasos seguros dieron fuerza a los míos, y tu voz impulsó mis gritos.
Fuimos una, fuimos todo: Felicidad libre sin necesidad de etiquetas; miedo y resistencia. Fuente de amor incondicional y carne de cañón en una guerra masculina.
Desaparecimos, nos alejamos.
Competimos y dimos la vida por ellos. Nada les fue suficiente.
Agotada por sus exigencias aprendí a odiarte como muestra de amor verdadero.
Como pago, juraron amarme con flores y cartas. Canciones y lágrimas; sin embargo en cada muestra de amor me rompía, me desvanecía.
Su amor me mimetizó con ellos, borrándome la memoria.
Me olvidé de mí, y de ti.
Su amor romántico me destruyó. Me desechó.
Mientras reunía mis piezas lanzadas al viento, apareciste de nuevo más lastimada que yo.
Te transformaste en diente de león y fue imposible detenerte.
De todas partes corrimos a mano alzada, gritando al unísono tu nombre y el de otras hermanas.
Entonces, entendí las ventajas que obtienen al separarnos. Recordé que somos fuerza y resistencia.
Somos faro que ilumina sus más grandes temores.
Nos convertimos en torbellino de lucha incansable.
Nos reencontramos en el amor verdadero. Un amor libre, orgulloso y sin juicios. Amor que no exige pago, ni pruebas. Amor que no lastima y NO MATA.
Rescatamos del abismo las emociones reprimidas y comenzamos a reconstruir juntas nuestras cuerpas.
Gritamos a pulmón: ¡Ya basta!
Alzamos paredes más fuertes ante cada intento de romperlas, y comprendimos que somos capaces de destruir ciudades si alguna hermana desaparece.
Aprendimos a abrazarnos de nuevo, aún sin conocernos
Compartimos alegrías y sueños.
Aún tenemos miedo, pero en los días más vulnerables, el viento te trae de vuelta. Hoy eres semilla, y pronto serás flor de primavera.