Por María Fernanda Flores Álvarez
Si bien, el término de stealthing puede no sonar familiar para los hispanoparlantes, en las últimas semanas se ha escuchado mucho acerca de esta práctica. Definida como acto de retirarse el condón sin el previo consentimiento de la pareja, el stealthing se ha posicionado como una de las formas mainstream de la cultura de violación. Su nombre hace referencia a la palabra inglesa para “sigilo”, es decir, una acción que se lleva a cabo de manera silenciosa, cautelosa o secreta.
Ésta en una forma de abuso sexual que tiene un alto riesgo de contagiar una Infección de Transmisión Sexual o provocar un embarazo no deseado. Lo más preocupante es que dicha práctica se ha extendido rápidamente entre hombres jóvenes, violentando la regla del consentimiento al momento de tener relaciones sexuales. Las víctimas, en su mayoría mujeres, muchas veces son subestimadas debido al desconocimiento de dicha práctica y el corto alcance de las leyes para castigar al culpable.
Aunque las víctimas otorgaron su consentimiento para mantener relaciones sexuales con su pareja, el retirarse el condón sin notificarlo es abuso sexual, ya que no se le preguntó explícitamente su consentimiento. Las consecuencias, además, van más allá del riesgo de un embarazo o el contagio de una ITS, ya que deja profundas secuelas psicológicas en aquella persona que lo sufre, como en todo caso de violación.
Un caso de stealthing, que actualmente se encuentra abierto, es en contra de Julian Assange, fundador de WikiLeaks, a quien se le acusó de removerse el condón sin el conocimiento de su pareja durante un encuentro sexual.