Por Angélica Jocelyn Soto Espinosa
Por siglos, en México ha existido un amplio debate sobre la importancia de erradicar la prostitución. Durante los primeros años, las opiniones a favor de abolir se centraron en valorizaciones morales que criminalizaban y estigmatizaban a las mujeres, pero, en poco tiempo, las pensadoras feministas pusieron sobre la mesa un nuevo argumento: la prostitución es una forma de explotación del cuerpo de las mujeres y debe ser erradicada como todas las formas de violencia machista.
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Este argumento ha sido alimentado a lo largo de los años por mujeres que han escapado del sistema proxeneta y por las antropólogas, historiadoras, abogadas, periodistas y defensoras de los derechos de las mujeres que las han acompañado.
Algunas de las principales defensoras de este pensamiento en México son la abogada Teresa Ulloa, de la Coalición Regional Contra el Tráfico de Mujeres y Niñas en América Latina y el Caribe; la antropóloga Verónica Caporal, responsable de los primeros peritajes con perspectiva feminista de la Fiscalía Especial para los Delitos de Violencia contra las Mujeres y Trata de Personas (FEVIMTRA); la historiadora Fabiola Bailon, autora del libro La explotación de la prostitución ajena en México; entre muchas otras mujeres.
Acá les presentamos 10 argumentos abolicionistas feministas que hemos recogido de esta discusión:
1.- La prostitución no es un “mal necesario”
La prostitución no es un hecho dado naturalmente. Es una construcción social que nació en un punto de la historia y también puede eliminarse, si se modifican las ideas que la sostienen. Las ideas que dieron vida a la prostitución están basadas en estereotipos discriminatorios, sexistas y sin fundamentos, propios de un sistema patriarcal.
Quienes afirman que la prostitución es “un mal necesario” aseguran, por ejemplo, que una de las funciones del cuerpo de las mujeres es satisfacer sexualmente a los hombres, que los hombres no puede contener sus deseos sexuales, que un grupo de mujeres con características específicas pueden y deben propinar estos “servicios”, que los hombres deben acceder al cuerpo de las mujeres si existe de por medio de un pago, y que si los hombres no consiguen sexo “consensuado”, van a cometer abusos y violaciones.
Un ejemplo rápido de esto podría ser la reciente declaración de la antropóloga Martha Lamas, una de las principales impulsoras en México, de llamar “trabajo sexual” a la prostitución. Lamas afirmó que “muchos de los hombres que van con trabajadoras sexuales son porque tienen esposas frígidas, ¿no? Y son porque ha habido una doble moral que ha dividido a las mujeres en decentes y putas, y que también ha impedido que las mujeres asuman su deseo sexual”
2.- La prostitución no reúne las condiciones para reconocerse como trabajo
La prostitución existe en México y el mundo entero, sí, pero no por ello debe ser una práctica que se reglamente, normalice o se le reconozca como algo legal. De acuerdo con lo que establece la Organización Internacional del Trabajo, el trabajo es aquel que dignifica y permite el desarrollo de las propias capacidades; “no es decente el trabajo que se realiza sin respeto a los principios y derechos laborales fundamentales, ni el que no permite un ingreso justo y proporcional al esfuerzo realizado, sin discriminación de género o de cualquier otro tipo, ni el que se lleva a cabo sin protección social, ni aquel que excluye el diálogo social y el tripartismo”.
No obstante, en la prostitución se experimentan situaciones de violencia, discriminación y explotación. Un testimonio recabado en grupos focales para el “Diagnóstico del ciclo vital de las mujeres en situación de prostitución”, que elaboraron las investigadoras Fabiola Bailón Vásquez, Verónica Caporal Pérez y Oscar Montiel Torres en 2013, afirmó lo siguiente:
“Porque como sexoservidoras, nos han tocado hombres que nos lastiman con la justificación de que están pagando los servicios. Nos lastiman. Si una persona va y compra una fruta, la cuidan y a nosotros no. Como van a pagar creen que pueden hacer lo que quieran y aunque haya un acuerdo hay veces en los que se ha generado violencia y te dicen sí y a la mera hora ya no hay el mutuo respeto. Incluso se ha llegado a los golpes, te maltratan. A veces por desgracia, nosotros ejercemos el sexo servicio, pero no sabemos si el cliente que viene es casado y luego sale la esposa y hasta nos golpea. Nosotros estamos comercializando nuestro cuerpo, es un respeto que pedimos, estamos por necesidad, no porque nosotras queramos”.
Pese a ello, el 6 de agosto de 2019, Temístocles Villanueva, legislador de Morena y presidente de la Comisión de Derechos Humanos del Congreso de la CDMX, presentó una iniciativa para incorporar a los trabajos no asalariados el “trabajo sexual” bajo el argumento de que: “se trata de una vía de emancipación económica que les permite disponer de su propio cuerpo autónomamente, por lo que deviene una forma de trabajo”.
Reconocer la prostitución como un trabajo y establecerlo así en las legislaciones sería dar varios pasos en sentido contrario a su erradicación, ya que esto la normalizaría o naturalizaría en una cultura en la que, de por sí, se permiten los matrimonios forzados, la compra y venta de mujeres, la servidumbre, entre otras.
3.- La prostitución no mejora la condición de vida de las mujeres, pero sí enriquece a los hombres que integran el sistema proxeneta
La prostitución va más allá de ser una práctica, es un sistema en el que participan mujeres y hombres pero, como sistema de explotación, los hombres se benefician de explotar el cuerpo de las mujeres.
Dueños de hoteles y bares, cuidadores, tratantes, enganchadores, traficantes, cobradores de piso y muchos hombres más viven de la prostitución ajena. El dinero que pagan los consumidores por obtener “servicios sexuales” no va directo a las mujeres, sino que se distribuye en todo un sistema proxeneta del que muchos hombres (sin necesidad de vejar su cuerpo) se enriquecen, pero la gran mayoría de las mujeres termina empobrecida, con enfermedades y estigmatizada socialmente.
Además, según testimonios de mujeres que escaparon a contextos de prostitución, los tratantes cobran a las mujeres por los medicamentos, artículos de higiene personal, alimento y alojo como una tácticas de enganchamiento que, con el tiempo, les impide a ellas acumular riqueza y salir de ese sistema. Así son obligadas a permanecer cautivas. Reconocer la prostitución como trabajo sería también reconocer este sistema como industria y convertir en empresarios a los proxenetas.
Es el caso de Alika Kinan, sobreviviente de explotación sexual en Argentina que ganó en 2016 un juicio contra sus proxenetas al demostrar que fue víctima de trata de personas, y responsabilizó al propio Estado argentino de haber permitido este delito.
4.- La prostitución es el corazón de la trata de personas
Aunque quienes defienden el concepto de “trabajo sexual” aseguran que la prostitución y la trata de personas son cosas distintas, la realidad es que en la práctica es muy difícil separar una de la otra.
En muchos casos, las mujeres adultas en contextos de prostitución llegaron ahí siendo niñas y adolescentes. No obstante, al cumplir la mayoría de edad se les deja de ver como víctimas y se normaliza su explotación.
Asimismo, muchas de las mujeres adultas que permanecen “por voluntad” en contextos de prostitución, en realidad están siendo enganchadas a través de endeudamientos, manipulación, aislamiento social, enamoramiento y violencia, que son tácticas propias de la trata de mujeres y niñas en todo el mundo.
Los delitos de trata y tráfico de personas son, por lo general, el medio por el que se capta mujeres; la prostitución es, por lo tanto, el mercado en el que se ofrecen y comercian esas mujeres. Actualmente no existe ningún estudio que pueda identificar cuántas mujeres participan en contextos de prostitución de manera “voluntaria” y cuántas son forzadas.
5.- De tener otras oportunidades, elegirían una vida distinta
Para el “Diagnóstico del ciclo vital de las mujeres en situación de prostitución y su relación con el proxenetismo“, la antropóloga Verónica Caporal estudio hace unos años hizo un grupo focal con mujeres en contextos de prostitución y puso frente a ellas una serie de tarjetas con diferentes actividades laborales, entre oficios y profesiones. También incluyó la prostitución. Luego les pidió que tomaran aquella actividad que representara lo que ellas deseaban ser y hacer en sus vidas. Ninguna tomó la tarjeta de prostitución.
Según los peritajes de esta antropóloga, a la mayoría de las mujeres que están inmersas en contextos de prostitución les antecede una historia de vida marcada por la violencia, especialmente la violencia sexual, la pobreza, la migración o el desplazamiento, o la discriminación; todas estas son condiciones que vulneran la autonomía y la libertad de las mujeres, quienes ven limitadas sus oportunidades para acceder a otras formas de vida.
La antropóloga Marcela Lagarde reflexionó en su libro Los Cautiverios de las Mujeres: “¿Cómo asegurar mujeres libres con quienes los jóvenes puedan tener relaciones eróticas sin la obligación de casarse, que no estén ligadas a la procreación y sin asumir responsabilidades paternas en caso de embarazo? (…) una de las vías (…) ha sido la conformación de un grupo de mujeres, el de las prostitutas (…) pero la prostitución no es solamente un trabajo o un conjunto de actividades, tampoco es solo una conducta o una forma de comportamiento, es un modo de vida, y ser prostituta abarca todos los aspectos de la vida de la mujer”, destacó.
A esto se suma que, en muchos casos, las mujeres rescatadas o que logran huir del sistema proxeneta escapan de él con la vida totalmente cambiada: adquieren adicciones, quedan desconfiguradas por la violencia, pierden a sus familias, entre otras condiciones que les impide retomar la vida como era antes de la prostitución.
6.- La prostitución es una forma de esclavitud moderna
La esclavitud moderna ha sido reconocida como aquellas prácticas actuales en las que una persona es obligada a trabajar en condiciones infrahumanas sin que pueda negarse debido a la coerción, las amenazas o el abuso de poder, entre otros. La propia Organización Internacional del Trabajo ha dicho que la explotación sexual es una forma de esclavitud moderna.
Como se ha explicado antes, la prostitución conlleva muchas prácticas de coerción o servidumbre; asimismo, las mujeres en contextos de prostitución viven y “laboran” en condiciones infrahumanas, como son espacios sucios, de consumo de drogas, de alto riesgo o expuestas a la violencia. Una vez dentro de un cuarto de hotel con el “cliente”, han dicho las mujeres, se está expuesta a todo tipo de abusos, desde agresiones físicas, insultos, violaciones sexuales hasta feminicidios. Ninguna norma podrá evitar que esa violencia ocurra.
En muchos otros casos, los proxenetas activan un mecanismo de vigilancia y protección a lo largo de las zonas “de tolerancia” para evitar que la policía les atrape en hechos ilícitos e impedir que las mujeres, una vez cooptadas, huyan de su sistema o los delate.
7.- La prostitución debe ser erradicada por constituir violencia contra las mujeres, no legalizarse
Las convenciones internacionales, como la Convención sobre la Eliminación de toda forma de Discriminación contra la Mujer, la Belém Do Pará y la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia, creadas por el movimiento feminista a lo largo de los años, señalan que la obligación de los Estados frente a la prostitución es atender a las mujeres para que puedan salir de esa condición, anular los estigmas contra ellas y eliminar las construcciones culturales que legitiman y normalizan la mercantilización de las personas. Esto debe ser así porque la explotación sexual representa una de las peores formas de violencia contra las mujeres.
Por ello, reconocer la prostitución como trabajo no va a cambiar los patrones socioculturales que discriminan a las mujeres, erradicar o abolir esas prácticas de explotación, sí. Es una apuesta a largo plazo.
8.– Se puede garantizar mejores condiciones de vida a las mujeres en contextos de prostitución sin necesidad de regular.
Quienes están al frente de refugios y albergues para mujeres que logran huir del sistema proxeneta, aseguran que no es necesario reglamentar la prostitución como un trabajo para garantizarles mejores condiciones de vida. En todo caso, se tendría que atender las necesidades de salud, trabajo, vivienda, alimentación, educación y recreación de las mujeres para que puedan construir nuevos proyectos de vida lejos del sistema que las explotaba.