Angélica Jocelyn Soto Espinosa
“Hogar: espacio seguro compuesto de mujeres cuya relación es amorosa y significativa”. Así definiría una mujer la palabra hogar en una sociedad exclusiva de mujeres, es decir, una ginosociedad.
Ginosociedades fue el tema del V Festival Internacional de las Artes Feministas, organizado por Ímpetu Centro de Estudios A.C. y Vulveidad. Se llevó a cabo el 12 y 13 de octubre en la Ciudad de México.
Este año, el festival reunió a artistas de diferentes entidades del país, como Aguascalientes, Tlaxcala, Estado de México, Sonora, Querétaro y Oaxaca; también de otros países de América Latina y el Caribe, como Brasil, Perú y Colombia; se presentó también el arte político de artistas alemanas-pakistanís y españolas.
Con más de 100 asistentes (todas mujeres, la mayoría lesbianas), el festival se convirtió en sí mismo en una ginosociedad, un grupo de mujeres de diferentes edades, contextos y experiencias reunidas para el goce, la creación y la reflexión artística.
¿De cuántas formas distintas puede representarse un mundo hecho por y para mujeres? Fue la pregunta detonadora en más de uno de los 12 talleres distintos que hubo en el festival.
La respuesta: bordados con escenas de abuelas, madres, hijas, amigas y amantes juntas; pinturas de endometrios con sangre menstrual pegados en todas las paredes; un poema colectivo en la que cada línea habla de una forma distinta de amar a la otra; danzas tan diferentes como cada cuerpo; y, entre otras formas de representar esos mundos, una obra de teatro que le cambió el nombre a todas las que estaban ahí: en adelante se llamarán “libres”.
¿Y las niñas? Ellas exploraron sus voces hasta convertirse en felinas alegres.
El arte surtió su efecto: sin conocerse, unas le confesaron a otras que nunca habían estado en un lugar en el que no se permitiera la entrada a los hombres, pero que se sentían felices; y otras dijeron que recién abandonaron a sus parejas para nunca más regresar a la heterosexualidad.
El Festival fue, por quinto año consecutivo, un lugar de encuentro para los afectos: las amantes se besaron en cada rincón; las que sólo se pueden ver en el Festival no dejaron de abrazarse, de tomarse fotos; se llenaron de halagos unas y otras; y todas se quitaron las vergüenzas, se dieron el permiso de bailar, cantar, tomar las palabras y mostrar sus creaciones frente a las otras.
Y en la última hora de ese fin de semana, antes de acabar el Festival, las tres jóvenes colombianas de Metamorfosis Teatro, trajeron al encuentro a otras mujeres, la más lejanas, las que ya no están.
Ahí se honró a las trabajadoras asesinadas por la defensa de sus derechos, a las víctimas de feminicidio que dieron sustento a ese término, a las abuelas que sobrevivieron por años a los abusos de sus parejas, y a las amigas que fueron asesinadas impunemente.
Como cada festival, se salió de ahí siendo otra. Pero no, al festival no se llega para hacerse lesbiana y aprender a crear sólo con mujeres; como dijo Maricruz García (una de las organizadoras), ahí se va para recordarnos que siempre hemos sido lesbianas.
*Fotografía: Maricruz García